La localidad y municipio de
Cillaperlata tiene dos accesos por carretera: uno directamente desde la N-629 y
el otro desde el pueblo de Palazuelos de Cuesta Urria. Esta última opción
obliga a superar un estrechísimo paso sobre un pequeño embalse de suministro
hidroeléctrico. Remontando unos metros río arriba del Ebro tenemos una curiosa
visión parcial de la localidad, incluyendo dos pequeñas oquedades bajo el casco
urbano.
Una de las mismas “La Cueva”
tiene acceso desde las casas del pueblo, si bien es la otra “El covanuto” la
que presenta mayor indicio de actuación humana en un lejano pasado, en relación
con otras oquedades cercanas como las del entorno de Tartalés de Cilla. Quien
sabe si las mismas tienen alguna relación con la tradición de que el
semilegendario duque Pedro de Cantabria
(el de la Batalla del Negro Día) fue enterrado precisamente en
Cillaperlata.
Visitando el pueblo observamos
algún edificio de interés. Por el contrario la iglesia pasa casi desapercibida,
semioculta por una vivienda. Sin embargo, en el atrio de acceso encontramos
algunos sorprendentes elementos: Una pila bautismal usada a modo de fuente, un
escudo de castilla y León, una portada románica embutida y algunos capiteles
románicos descontextualizados.
¿De dónde provienen estos
elementos? Pues fundamentalmente de una iglesia desaparecida hacia los años veinte del siglo pasado, la del también desaparecido Barrio de Arriba. Afortunadamente
conservamos algunos documentos gráficos que atestiguan esta vinculación. Cabe
decir que otras piezas, en concreto algunos interesantes capiteles, acabaron en
el Museo de la Catedral de Burgos.
Imágenes del Archivo de la Diputacion Provincial de Burgos. Este último capitel, de excelente factura, se encuentra actualmente en el Museo de la Catedral. |
Sin embargo, tampoco la iglesia
del Barrio de Arriba era el emplazamiento originario de todos estos restos
escultóricos. Todo parece indicar que aquella perdida iglesia se alimentó, al
menos en parte, a su vez de otra desaparecida construcción: el antiguo
Monasterio de San Juan de la Hoz.
El monasterio se encontraba en
las cercanías del Barrio de Arriba, al sur del pueblo. Aparece cerrado el
paisaje por unas altas agujas, que en realidad esconden un angosto desfiladero
u Hoz, recorrido por el arroyo del Coto, y por un antiguo sendero que conducía
a Villanueva de los Montes.
Aquí, oculto por “lutos de hiedra
y zarzamora” (como dijo el poeta) tenemos olvidado lo poco que queda del
antiquísimo monasterio de San Juan de la Hoz. El nombre de la Hoz proviene
lógicamente de su ubicación.
Es probable que como continuación
del profundo proceso eremítico de la zona se crease este centro monacal y esta
es la razón de un antiguo barrio alto de Cillaperlata, lugar cuya existencia es
con toda probabilidad anterior a la del monasterio y ha de establecerse en
relación con el legendario alfoz de Petralata. (cillaperlata: el monasterio de
Petralata). De hecho, a unas docenas de metros de estas ruinas podemos
localizar lo que queda de una interesante aunque algo desgastada necrópolis
altomedieval.
Podemos acercarnos a su historia
y leyenda de manos del libro de Inocencio Cadiñanos sobre el Valle de Tobalina.
La primera cita documental data nada menos que de 790 (aunque algunos
historiadores dudan de la autenticidad del documento), fundado o reconstruido
por el abad Alejandro Quellino, posiblemente un mozárabe. Esto le convertiría
en el segundo monasterio documentado más antiguo de Castilla, si exceptuamos el
de San Miguel de Pedroso, también en Burgos. La leyenda dice que aquí fue
enterrado el rey Fruela, tercer rey de Asturias.
Precisamente de aquí partieron las
monjas, en 1011, para la fundación, como monasterio dúplice, del muy histórico
Monasterio de San Salvador de Oña, con su abadesa Tigridia a la cabeza. Este
traslado implicó que San Juan de la Hoz pasase a depender del monasterio recién
fundado por el conde Sancho García.
La planta y los escasos restos
actuales corresponden a la iglesia edificada en torno al siglo XII, aunque las
investigaciones arqueológicas han corroborado una construcción altomedieval (y
posiblemente visigoda) anterior. En estos estudios también se encontraron
numerosos restos óseos de dichas épocas así como vestigios de las
construcciones anexas.
El núcleo principal de
Cillaperlata, se encuentra alejado unos dos kilómetros de este cenobio, pero
durante toda la pervivencia del mismo vivió en continua tirantez para afirmar
su autonomía frente al mismo. Entre las narraciones recogida por Inocencio
Cadiñanos, podemos destacar la obligación que tenían los vecinos de acudir a
misa a la Iglesia del monasterio en las principales festividades.
El antiguo convento acabaría
pagando esta prepotencia en sus últimos años y ya tras su desaparición. En 1810
fue saqueado por el guerrillero Francisco Longa, por supuesto colaboracionismo
del prior con los franceses. Tras su abandono el templo fue destrozado
definitivamente durante la primera guerra carlista.
Podemos aún imaginarnos la
primitiva estampa del antiguo monasterio, al pie de los picachos, con las
huertas y cultivos a su vera. Debía ser ciertamente impactante. Lo único que
nos queda ahora son estos tristes restos abandonados a una suerte muy poco
digna para la historia que encierran.
Durante las excavaciones de los años ochenta se encontraron
algunos capiteles románicos y prerrománicos, que hoy se encuentran depositados
en el museo de Burgos.