Di
cen las crónicas históricas de
las Juntas de las Siete Merindades de Castilla que los representantes de los
tres partidos de la Merindad de Valdivielso se reunían en torno a una gran
encina situada en el lugar de Quecedo (topónimo que probablemente a su vez
derive de a su vez del Quercus; el
nombre latino que agrupa a estas especies de árboles).
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Encina de la Dehesa. Nótese el cable de alta tensión a su lado. |
Quiere la tradición identificar
esta encina con la llamada Encina de la Dehesa, situada a medio camino entre la
citada localidad y la de Arroyo, y también más o menos en el centro del valle. El
ejemplar en sí tiene un perímetro de tronco de unos cuatro metros y una altura
de unos 15 metros. Su aspecto no es demasiado alentador. Además, según parece unas
décadas se cortó una de sus ramas para evitar una posible afección con un
cableado de alta tensión relativamente cercano.
No queda muy claro que esta
encina sea la original de la que hablaban las crónicas de hace siglos. Su
posible edad, unos 300 años, no es un dato a favor, así como tampoco un perfil
alargado que lo hace poco propicio para agrupar en torno suyo a nutridos grupos
de gente. Algunos opinan que este ejemplar pudiese ser heredero del original;
así que no es imposible pensar en un proceso mediante el cual un árbol concejo
fuese sustituido por otro cercano al cabo de un cierto tiempo.
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Sierra de la Tesla al fondo |
Esto es lógico si pensamos en la
existencia de una dehesa que, al parecer, desapareció como tal en alguna de las
desamortizaciones de bienes comunales del siglo XIX. Esta encina y el prado que
aparece al lado del árbol serían el único rastro que queda de la misma.
Luciano Huidobro y Julián García Sainz de Baranda ya
escribieron al respecto en 1930 que:
“La Merindad de Valdivielso, como
Merindad particular, tenía también su lugar de reunión, verificándose sus
juntas generales en la Dehesa de Quecedo, debajo de una frondosa encina. Allí
conferían y decretaban lo más conveniente para el bien de la Merindad,
observándose con toda puntualidad esta asistencia hasta el extremo de que se
tenía por nulo todo lo tratado si no se realizaba en dicho sitio, y para
guardar la forma, aun en la época de riguroso invierno, cuando las nieves
cubrían la dehesa, las reuniones se celebraban en Quecedo, pero la firma y
refrendo de lo tratado se tenía que hacer debajo de la famosa encina”
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Prado que pudiera ser el resto de la antigua dehesa |
Según algunos expertos estos
árboles serían restos de un rito sagrado prerromano, de previsible origen
celta, que fueron señalizados debido a una razón determinada, en este caso
quizás el estar situada en el centro del valle.
Este culto fue municipalizado por los repobladores cristianos. Su
alejamiento de cualquier población ofrecía quizás la ventaja de la
confidencialidad. El caso es que Quecedo sigue siendo capital del Municipio,
que en el antiguo régimen incluía a las localidades de la actual demarcación de
Los Altos.
En este y en otros vestigios de “árboles concejo” podemos
estar ante lo que queda de un antiguo culto a los árboles, de arraigo en toda
Europa y proveniente de una lejana época que se pierde en la noche de los
tiempos.
Otro interesante pasaje del libro Huidobro y de Sainz de
Baranda dice que:
“Es creencia en el país que el
Ayuntamiento [la Junta] de Valdivielso usó más tarde, como sello oficial, la
efigie de Carlos III sentado en un sillón, debajo de una encina, en memoria de
haber presidido una reunión o asamblea de Ayuntamiento en la célebre dehesa de
Quecedo, y que este sello fue enviado a
Burgos a fines del siglo XIX a petición de la Exma. Diputación provincial.”
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Sello de la Merindad de Valdivielso datado en 1876. Fuente: AHN. Colección sellos en tinta. |
Resulta extraño que por aquel
entonces nadie mencionase la Encina de la Dehesa a estos autores para que fuera
citada en su libro. En todo caso, ya estemos ante la encina concejo, ya ante un
retoño de la misma, ya ante un recuerdo de la tradición popular bien conservado
por las gentes de Valdivielso; bien merecería este ejemplar una protección por
parte de las autoridades competentes. No en vano estamos ante el único ejemplo
vivo de los centenarios árboles-concejo que existieron en nuestra provincia.