Empezamos un nuevo año dedicando un artículo a uno de los más importantes santuarios burgaleses: el dedicado a Santa Casilda.
La historia de Santa Casilda, en la que pesa más la leyenda que la historia, se remonta al Toledo musulmán del siglo XI. Hija del rey moro Aldemón de Toledo (conocido por al-Mamún). Desde joven ya sintió curiosidad por la religión de los enemigos de los suyos. Estaba enterada de que en las cárceles de palacio se encontraban cristianos y, aprovechando las ausencias del rey (que le había prohibido todo contacto terminantemente), visita los calabozos en repetidas ocasiones llevando medicinas y alimentos a los cautivos. Allí pide ser instruida en la religión cristiana hasta el punto de querer ser bautizada por los sacerdotes de la prisión.
Llegaron noticias al rey Aldemón del quebrantamiento de la prohibición que había hecho a su hija acerca del acceso a las mazmorras. Queriendo asegurarse, él mismo decidió descubrir la verdad. Mientras Casilda, con pretexto de coger flores en el jardín, llevaba, como cada día, la consabida limosna de su pan. Al verla Aldemón en las cercanías de la cárcel, pregunta a Casilda qué es lo que lleva en el vestido recogido. Ella responde: -Rosas. Su padre le increpa -¡Enséñamelas!. Y abriendo los pliegues de su vestido le contesta: -¡Míralas!. A la vista de los presentes aparece un manojo de flores, de las cuales toma dos el rey, y acariciando a la princesa abandona el lugar. Al momento, aquellas flores vuelven a convertirse en su estado original, medicinas y alimentos. Este es sin duda el milagro más famoso de esta Santa.
Por aquella época Casilda recae en su enfermedad de flujos de sangre y poco a poco va empeorando su estado, sin encontrar ninguna cura. En la búsqueda de una solución alguien sugiere una opción desesperada: bañarse en los lagos norteños de San Vicente, en donde existía un pequeño monasterio del mismo nombre, en la Bureba y cercanos a la ciudad de Briviesca en Castilla.
Su padre organizó una comitiva para trasladarla y apenas se lavó con aquellas aguas quedó sana de su enfermedad. Pero la princesa no quiso regresar al palacio de Toledo, decidió llevar una vida eremítica despojándose de todos los objetos de valor y entregándoles en su mayor parte entre las parroquias cercanas y los pobres. Ello le granjeó el cariño y la admiración de la gente.
La pequeña ermita cercana a los lagos en donde Casilda vivió el resto de sus días acabaría convirtiéndose en santuario en donde los peregrinos siempre fueron frecuentes.
Los edificios que se conservan en lo más alto del risco calizo que preside los lagos datan del siglo XVI. Lo más llamativo y valioso es la imagen recostada de la santa sobre su sepulcro, obra del genial artista
Diego de Siloe.
Las principales concentraciones tienen lugar el primer domingo de Mayo y en el martes anterior a la Ascensión, festividad de La Tabera, celebración esta última que remonta al menos a 1794, y en la que los briviescanos acuden en masa. Otras localidades del entorno realizan sus propias romerías.
Los visitantes de hoy en día también siguen acudiendo a los dos manantiales de San Vicente, denominados respectivamente, pozo negro y pozo blanco. Al pozo negro se le atribuyen propiedades curativas, siendo la costumbre mojar una prenda y ponérsela posteriormente al enfermo.
Por su parte, la tradición asigna al pozo blanco la propiedad de hacer fecundas a las mujeres que se encomiendan a Santa Casilda. El ritual consiste en lanzar una piedra al pozo desde la ladera, si se desea tener un niño, o una teja si se desea tener una niña. Si se consigue que caiga dentro del pozo, se tendrá descendencia en el plazo de un año. Por otro lado, el Santuario de Santa Casilda atrae a muchas parejas que eligen el lugar para contraer matrimonio.
El lugar cuenta también con una hospedería, de cuya página web ha sido adaptado parte de este artículo. También se han tenido en cuenta los carteles informativos.