“…Estamos ante fiestas de innegable interés etnográfico, de orígenes remotos e impregnadas de influencias culturales de tiempos romanos, de costumbres y creencias celtíberas. Otras que rememoran hechos y vivencias medievales, que recuerdan o celebran momentos de especial importancia en el devenir de la historia popular y cotidiana de las gentes de otros tiempos, más o menos lejanos, de los hitos que marcaban el ritmo de sus vidas, como la siembra, la cosecha, la llegada de las estaciones…
Otras de carácter mítico, con seres de leyenda, con personajes históricos o inventados, con personificaciones de animales, con alusión a los espíritus o los entes nacidos de la imaginación popular y colectiva, supervivientes de otras épocas gracias casi siempre a la tradición oral. Son celebraciones dinámicas, coloristas y participativas, en las que los pobladores de lugares incluso recónditos, ponen su mejor empeño cada año; de las que se sienten orgullosos y de las que disfrutan profundamente jóvenes y mayores, vecinos y forasteros. Estos últimos, por suerte, cada vez más numerosos en muchas de estas fiestas populares, atraídos por su carácter pintoresco, su fundamento cultural y etnográfico, la belleza de los entornos y la riqueza patrimonial de los pueblos y la hospitalidad de las gentes.
El paso del tiempo ha relegado al olvido algunos de estos festejos y otros, se han “salvado por los pelos” de desaparecer, debido unas veces a la despoblación de los entornos rurales concretos de los que son propios, otras a la presión política de los oscuros tiempos de la dictadura. Si durante esa época de historia de España el carnaval no se consideró una fiesta “legítima” por ser de origen pagano, si se trató de negar su carácter de antigua tradición, si se impidió incluso en ocasiones su celebración, hemos de pensar que en el caso concreto de los Carnavales tradicionales de pequeñas poblaciones como son a los que nos referimos, el efecto de esta presión pudo haber sido especialmente intenso y hasta definitivo. Sin embargo, son fiestas que han perdurado, que han sobrevivido como patrimonio cultural, a veces incluso íntimo, de los hombres y mujeres que han vivido y viven estos lugares…”
Actualmente, sólo tres festejos de carnaval tradicional permanecen con cierta pureza en nuestra provincia:
LA TARASCA, que se celebra en Hacinas, es la tradición que sin duda llama más la atención, enfundada con un enorme armazón de madera y tapado con unos sacos, esta bestia está coronada con una calavera de res, abre y cierra sus fauces delante de todos aquellos que se atreven a ponerse a su alcance sembrando respingos, carcajadas y algún que otro enfado.
El personaje principal del Carnaval de Mecerreyes es el zarragón o zarramaco. Vestido de pieles y cubierto el rostro con una máscara oscura, aparece en diversos momentos del Carnaval, acompañando a los danzantes o protegiendo al Gallo y en las zarramacadas del martes. En tiempos, los carros se engalanaban y se paseaban por la localidad durante el Carnaval. Más información aquí.
La “Vaca romera”, “vaca merina” o “vaca rabona” es una tradición que consistía en que dos mozos del pueblo se disfrazaban de vaca y salían corriendo detrás de la gente del pueblo. Aunque sólo se conserva en Hortigüela y Hacinas, es bien sabido que la fiesta se celebraba en numerosas localidades de la provincia, como Arauzo de miel o Castrovido.
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