Esta época fue en la que se consolidó la que debió ser extraordinaria biblioteca del monasterio. En el monasterio de El Escorial se encuentra un documento que recoge los libros que contenía la biblioteca de Oña hacia el año 1200 (se acompaña una imagen de dicho cartulario). En ese inventario aparece la nada despreciable cifra de 132 volúmenes, superior a la de la mayoría de monasterios contemporáneos. De hecho, esta cifra y el poderío económico del monasterio sugiere que además de poseer su propio scriptorium, se estuviera en condiciones adquirir volúmenes de otros.
En el manuscrito escorialense aparecen citados libros referidos a las Sagradas Escrituras, obras de los padres fundadores de la iglesia, compendios de derecho e incluso obras de gramática y de ficción de clásicos latinos. Había libros visigodos como las etimologías de San Isidoro.
Lamentablemente todos estos preciosos códices se han perdido sin excepción, salvo hojas sueltas de algunos de ellos. De estos se puede hablar de la que entonces era la auténtica Joya de la biblioteca: “la Biblia de Oña”, de la que quedan hojas sueltas en el Noviciado “Maestro Ávila” de la Hermandad de Operarios Diocesanos de Salamanca, y en el monasterio de Silos (11 folios en total). Los datos hablan de que está Biblia se acabó de escribir en el año 943, al parecer salida de las manos, al igual que otras excelentes obras de la época, del copista Florencio del Monasterio de San Pedro de Valeránica (monasterio ya desaparecido que se encontraba en las cercanías de Tordómar). Esta Biblia estaba todavía en Oña cuando visitó el monasterio Argáiz, en 1675, y a través de datos indirectos también sabemos que existía a finales del siglo XVIII. Las investigaciones llevadas a cabo a raíz de la aparición de algunas páginas concluyeron que tras haber sido robada del monasterio durante los años posteriores a la desamortización, la mayoría de sus páginas habían sido empleadas para forrar libros e incluso ¡Para asar chorizos!.
El listado indicado nos habla de una Biblia aún más antigua, del siglo IX, a la que podrían corresponder dos folios muy gastados que se encuentran ahora en el Archivo Histórico Nacional. El nivel cultural de los monjes que ocupaban esta abadía debía, por lo tanto ser alto. De manera representativa podemos indicar un poema creado dentro de estos muros, originario del siglo XII, titulado “la disputa del alma y el cuerpo”, que constituye uno de los primeros textos literarios en romance castellano. El monje poeta de Oña se evadió de sus quehaceres administrativos y en la parte de atrás de un manuscrito dio rienda suelta a su imaginación creando esta disputa de alma y cuerpo. A través de una visión, el alma reprocha a un difunto la mala fama que le ha quedado por su mal comportamiento en la vida y le recuerda que su riqueza mundana no le ha servido de nada. El monje de Oña da el salto de escribir en castellano, un castellano muy antiguo.
Es representativo comentar que los escasos fragmentos que se conservan de esta primorosa biblioteca no deben tal circunstancia a un interés culto por los mismos, sino al hecho de que fuesen adecuados para ser reutilizados como carpetas para clasificar los documentos del monasterio o para forrar otros libros.
Es chocante, en cambio, que se conserven hasta 1600 pergaminos en el Archivo Histórico Nacional correspondientes a la Documentación Diplomática del monasterio; la mayoría correspondientes a derechos de propiedad (ver los textos “Colección diplomática de salvador de Oña”, de Álamo, y “documentación del monasterio de San Salvador de Oña”, de Oceja). En contraposición a los viejos y maravillosos códices que "no servían para nada”, estos documentos fueron guardados con tesón durante varios siglos debido a su valor jurídico, y de hecho las crónicas hablan de lo excelentemente organizada que estaba el archivo de Oña.
Podemos poner lo anterior en relación con el hecho de que la riqueza de esta abadía atrajo durante prácticamente toda su historia la avaricia de los diversos poderes de Castilla. Ya en el siglo XII se inicia un conflicto con la diócesis de Burgos a cuentas de los tercios de los diezmos de las iglesias dependientes del monasterio. No mucho después, en el siglo XIII, se entabla un largo proceso judicial cuya importancia podemos deducir del nombre por el que ha pasado a la posteridad, “el pleito de los cien testigos”. Tiene su origen en la fundación y privilegios concedidos por Alfonso VIII a la ciudad de Frías y a sus poderosos señores, los Velasco, y está referido a la apropiación indebida por parte de la ciudad de derechos sobre determinados lugares y territorios propiedad del monasterio (en el blog de Zález podéis profundicar un poco más)
También durante toda la baja edad media Oña tendrá que litigar con la figura de los encomenderos; nobles (muy frecuentemente ramificaciones de la familia de los Velasco) que presionaban al monasterio para hacerse cargo de la gestión de los recursos en los lugares adscritos al monasterio, a cambio de protección de sus intereses; lo que en la práctica redundaba en la reducción de los beneficios de la abadía. En general en la mayoría de estos casos, Oña acabará obteniendo del Papa o Reyes las confirmaciones de sus derechos, pero ello sin poder evitar largos y costosos pleitos.
6 comentarios:
Me recuerdo hace años cuando tuve el privilegio de ayudar al traslado al Archivo Histórico Provincial de Burgos de protocolos que obraban en un cuarto lleno de goteras y ennegrecido del viejo Ayuntamiento de Briviesca, la existencia de "paquetes", algunos envueltos en pergaminos de piel muy dura que me parecieron pentagramas de canciones gregorianas y otros simplemente atados con cuerdas, cuya antiguedad oscilaba entre el mil quinientos y mil ochocientos, que a pesar de su apariencia "chamuscada" por la humedad y vete a saber: por causas de algún que otro incendio, guardaban en su interior escrituras con una calidad y conservación que asombraba. Demuestran esa costumbre de "empaquetar" documentos con pergaminos mucho más antiguos, y que a veces el envoltorio resultaba más importante que el contenido, como así también fue.
Me gustaría pensar que los soportes actuales donde plasmamos nuestros documentos, ya sean digitales , o en papel (la mayoría de ellos con tóner de impresoras y fotocopias que la misma luz artificial desgasta) que no lleguen a superar muchos de ellos el paso del tiempo, con una vida que no superaría los cien años. Es un grabe problema que me parece no está suficientemente estudiado, pero estamos en una sociedad de consumo donde se fabrican cosas para que duren lo mínimo posible y eso traerá consecuencias a la larga en ciertos ámbitos...
Hola Montacedo, pues el sábado estuve en Oña escuchando el programa de radio que hicieron allí y tuve la suerte de conocer a Eduardo Rojo y saludarle.
Hice un pequeño reportaje fotográfico de lo que vi en la radio y puse un enlace a tu blog para todo el que quisiera ampliar información sobre el milenario del Monasterio de San Salvador, espero que no te moleste.
Un abrazo
Zález: En efecto debe ser práctica común. E mi pueblo, a mucha menor escala, la situación es muy parecida. Estoy igualmente contigo en la crítica a la sociedad del compra-tira-compra. Todo está pensado para cada X años tener que sustituirlo, incluyendo esto de los arquivos, aunque bien es verdad que la introducción de la digitalización en principio ha sido un paso enorme.
Abi: por supuesto no es ninguna molestia. Ya leí tu entrada. Se agradece siempre que nos traigan cosas de primera mano, como es el caso.
Buenas, lo primero enhorabuena por el gran trabajo de recopilacion que realizas en el blog, aunque la entrada es de 2011, únicamente comentar que las 10 hojas de la Biblia oniense que haces referencia que están en Roma, en realidad se encuentran en el Noviciado “Maestro Ávila” de la Hermandad de Operarios Diocesanos de Salamanca.
un saludo
Gracias. Ya lo he cambiado.
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