Como saben los lectores de este blog, uno de los campos que más me interesan es el de los árboles singulares; y evidentemente no podía dejar atrás Silos sin hablar de su famoso ciprés, el “ciprés de los poetas”, el más emblemático de los árboles burgaleses, que pasó a la posteridad a partir del soneto que le dedicó Gerardo Diego.
El ciprés de Silos forma parte consustancial a su claustro. Así lo sienten los monjes, los vecinos y los visitantes. También es uno de los signos de identidad del idioma castellano. El único punto del claustro desde el que se le puede fotografiar completamente ha sido el marco de una imagen que todos tenemos en la retina.
Pero aún es más evocador este árbol si conocemos su historia, que una vez más debemos a César Javier Palacios (nos lo cuenta en su obra “Árboles singulares de la provincia de Burgos”). Como siempre me limito a dar unas pinceladas y recomiendo la lectura del libro.
Según los datos existentes el ciprés fue plantado hacia 1883. Un barón alemán que visitó el monasterio en 1905 ya cita la existencia de un soberbio ciprés. Originalmente existieron tres hermanos, uno en cada esquina. Con el tiempo sólo sobrevivió éste, que es al que le da más la luz.
El famoso soneto de Gerardo Diego fue escrito por el autor en el libro de visitas tras una única noche en la hospedería. Durante mucho tiempo no hubo otra copia.
En los años 50 un arquitecto del ministerio de Cultura que pasó por Silos propuso a los monjes cortar el ciprés porque decía que “restaba perspectiva al claustro y sus raíces podían perjudicarlo”. Hoy todo el mundo agradece a la comunidad benedictina que su rotunda negativa lo salvara de la tala.
La plantación de césped y el exceso de riego a punto estuvieron de acabar con el árbol en 1985, lo que provocó una alarma que tuvo eco en los medios de comunicación. Afortunadamente el problema fue descubierto y atajado a tiempo, y hoy luce tan ufano como siempre. No en vano los monjes le cuidan con esmero subiendo incluso al mismo cuando la acumulación de nieve amenaza con romper alguna de sus ramas o simplemente para retirar las ramas secas. Y es que lo no muchos saben es que en torno a su tronco existe un entramado de cadenas de hierro para reforzar la esbeltez del ejemplar.
Los monjes incluso venden los plantones que nacen a partir de las semillas del árbol, que tienen mucha demanda. Pero el vástago más famoso del árbol es el que en 1997 fue plantado en los jardines del compás del monasterio francés de Solesmes, cuya comunidad restauró el cenobio burgalés más de un siglo antes y, además de salvarlo de una ruina segura, plantó en su claustro románico el hoy famosos árbol.
El acto resultó de una gran solemnidad, pues era como devolverles parte de ese símbolo que sus antepasados habían llevado de Francia a Castilla. Los abades de Solesmes y Silos procedieron a trasplantar un retoño de más de un metro y medio de altura en presencia de varias autoridades de ambos países. El Gobierno de España se comprometió ante el abad de Solesmes a entregarle el simbólico tributo anual de una moneda de plata, como ayuda al mantenimiento del ciprés y en recuerdo de esa jornada de plantación. Junto al árbol se encuentra igualmente una placa conmemorativa en bronce.
Pero el ciprés no es el único árbol destacable del monasterio. No son pocos los turistas que confunden al ciprés con la robusta secuoya gigante que se encuentra junto a la barroca entrada principal del monasterio. Aunque no se acerca con mucho a su fama, tiene también una historia digna de señalar.
Según la tradición oral transmitida por los monjes mayores a los jóvenes, la plantita originaria llegó en la década de 1890 desde el lejano Canadá en el interior de una patata, como mejor manera de conservar la humedad en sus raíces. Otra anécdota monacal describe con detalle los esfuerzos del que fuera monje hortelano silense a finales del siglo XIX para evitar que las cabras se comieran el joven brote, incluso llegando a taparla con aulagas.
Ahora es un imponente árbol de más de 30 metros de altura. Recientemente el sacerdote y periodista Joaquín Luis Ortega ha dedicado un sencillo romance a “la secuoya que quisiera ser ciprés”.
Algo más antiguo es un retorcido y un poco pocho tejo conocido como “el tejo del Padre Saracha” que se encuentra cerca de la secuoya. Ya hemos mencionado a este monje como auténtico protagonista de la creación de la botica de Silos en la segunda mitad del siglo XVIII. Tendría por tanto en torno a los 250 años. Saracha era un gran conocedor de las especies botánicas con efectos medicinales, entre las que se encuentran algunas partes del tejo utilizadas en bajas cantidades (ya sabemos que es un árbol altamente tóxico).
Por detrás del abeto se encuentra el plátano, el cual podemos comparar con la secuoya.
Pero en la huerta existen otros grandes ejemplares, prácticamente desconocidos por encontrarse fuera de la zona de visita; en terreno de clausura monástica. Entre ellos figura un enorme plátano que ya existía antes de la exclaustración del monasterio, posiblemente plantado por el citado padre Saracha. El árbol ha sido objeto de periódicas podas que han favorecido el que alcance su tamaño actual (unos 30 metros).
Una amistad me ha conseguido estas dos fotos del plátano desde el interior de la huerta
Junto al abeto encontramos tres grandes árboles, que probablemente se correspondan con los tilos y el arce citados.
Los monjes de Solesmes, convirtieron parte de la huerta en un pequeño jardín. De aquella época nos han llegados dos tilos y un arce de cierta entidad.
Según el libro citado en los alrededores del pueblo existen algunas encinas centenarias; hoy en día difíciles de localizar.
4 comentarios:
Interesantísimo blog. Precisamente estuve hace poco aquí y la verdad que me quedé enamorado de la población de Santo Domingo de sus árboles (bueno, de su secoya y su ciprés, no sabía de los otros) y de todo Burgos en general. Muchas gracias por compartir este blog y concretamente esta entrada. Un saludo.
Muchas gracias por tus palabras.
Le agradezco la historia que cuenta del cipres. Muy ameno e interesante.
Gracias!
Realmente espectacular, un saludo desde Barcelona.
Publicar un comentario