miércoles, 26 de agosto de 2020

Salazar

Salazar es un bonito pueblo que sorprende por el señorío de su buen conservado caserío, en donde abundan las casas de hidalguía y las torres palacio.












El presupuesto no llegó para labrar el escudo



 
En su entrada, este bonito crucero del XVIII.
 
 
Celosía probablemente prerrománica empotrada en los muros de la iglesia.
 
 
Fuente con sepulcro altomedieval haciendo las veces de abrevadero



La originalidad del pueblo y su cercanía a Villarcayo ha atraído cierto ambiente cultural hacia le mismo. Por ejemplo, uno de los estabecimientos pioneros de turismo rural en merindades, El Kabauter, destaca por su actividad cultural: actividades, revista, talleres...Aunque algo menos activo, el establecimiento sigue en funcionamiento. También permanece en el lugar, establecido como su sede, el grupo de títeres Alauda (podéis ver su web). 
 
En las afueras del pueblo se levanta la torre de la familia que da nombre al pueblo: Los Salazar. Es una de las más recias y mejor conservadas de Las Merindades.
 



Los Salazar fueron antaño la familia más poderosa de las merindades. Forman parte de la historia sus luchas con la familia de los Velasco durante los siglos XIV y XV, época de la que datan la mayor parte de las torres fortificadas de la comarca. 

 


 
Incluso el combate más cruento, en donde participaron miles de guerreros y que tuvo lugar en Villatomil en 1329, lo ganaron los Salazar. Pero poco después su apoyo al legítimo y asesinado Pedro I y la posterior llegada al trono de Castilla de su hermanastro Enrique II de Trastámara les deparó su caída en desgracia y el ascenso de sus encarnizados rivales; que como sabemos poco a poco fueron acaparando cada vez más cargos y de mayor rango. 

 
 
De las 37 casas fuertes que llegaron a detentar los Salazar en la zona tan sólo han sobrevivido unas pocas muestras (el resto fueron arrasadas, así como muchas iglesias bajo su patronazgo). Ésta que vemos es la mejor conservada, precisamente la de su origen. Consta de dos torres de buena sillería separadas por un edificio residencial, en las que se aprecia el escudo de trece estrellas de la familia. El conjunto es fechable en torno a los siglos XVI y XVII.
 
 
 
Curiosamente hoy el apellido Salazar es mas numeroso en la zona que Velasco, y el escudo de trece estrellas sigue luciendo en muchos lugares.

Por Salazar para el sendero de largo recorrido GR1 "Sendero Histórico".
 

miércoles, 19 de agosto de 2020

La antigua abadía de Vivanco

El emplazamiento de la sencilla iglesia de Vivanco de Mena fue testigo en el pasado de una historia que apenas podemos dibujar a trazos; y en la que encontramos más incertidumbres que certezas. Porque, a pesar de que hoy nada pueda hacerlo suponer, en Vivanco hubo un cenobio de cierta importancia local.


Los falsos Cronicones divagan sobre el Monasterio de Santa María de Vivanco, afirmando ser fundación del año 963, durante el proceso repoblador, nada menos que por parte del hijo de Fernán González, Nuño Fernández, y su mujer doña Fronilde.

Un documento del archivo del Palacio de los Abades, en Vivanco, afirmaba que el cenobio fue fundado por doña Andrequina -o Enriquena- de Mena, a mediados del s.XII, como “abadía secular de patrocinio nobiliario”. Estaríamos pues ante otro caso de las curiosas abadías seglares que tuvieron cierto predicamento en el norte burgalés en la Edad Media (ya hemos hablado de los casos de la Abadía de Rueda y de la de Tabliega).

La siguiente referencia es de 1244, consiste en un documento por el que Alonso Pérez de Arnillas cede al obispo de Burgos una serie de propiedades, con el fin de que se provea el Monasterio de Vivanco con un altar. Otra noticia procede de 1370, cuando don Fernán Núñez de Velasco donó el Monasterio de Vivanco al hijo de Perejón de Lezana, quien adoptó el apellido Vivanco y lo pasó a sus descendientes. A partir de entonces continuarían con el señorío de la Abadía seglar de Vivanco, ostentando sus miembros el tradicional cargo de “abad” y “abadesa”, aún sin tener el estado religioso. 

Desconozco de qué manera o forma pasó la propiedad a manos de la iglesia, y de ahí los Velasco. El caso es que esta última donación parece estar relacionada con los sucesos de la cruenta batalla de Villatomil entre las irreconciliables ramas de los Velasco y los Salazar. Perdida la batalla (por una vez) para los primeros, el tal Perejón de Lezana sacrificó su vida para dar tiempo a su señor a refugiarse en las murallas de Medina; con el compromiso de que se ocuparía de sus hijos. 

Sea como fuere, los abades (o señores) de Vivanco tuvieron durante un tiempo importantes beneficios y privilegios. Pertenecieron a los mismos las torres de Cantimplor, Valanto y Herradores, en Espinosa de los Monteros. Disfrutaban de la administración del cercano santuario de Nuestra Señora de Cantonad, así como de las rentas de las iglesias de Arceo e Irús. De todo ello se deduce un control sobre el tránsito de personas, peregrinos y todo tipo de productos entre el valle y la meseta. 

Sobre el pueblo de Vivanco se recoge que “tenía obligación cada vecino de enviar todos los días de fiesta una persona a barrer la casa, corredores, zaguanes, plaza y camino, desde la casa del Abad a la iglesia, a traer leña para al horno siempre que cociera el abad y cuantas veces pasasen las personas delante del Palacio han de hincar la rodilla y quitarse la gorra o sombrero. Ponía 4 capellanes, teniendo la facultad de quitarles cuando quisiera y sustituirles por otros, proveyendo a las iglesias de todo lo necesario al culto y conservación de aquellas.”



Trascripción del texto anterior. Fuente: "Papeles varios de topografía española. Tomo II". Prudencio María de Verástegui. De la transcripción: Borja González Hierro. Historias de Mena.


Una vez más nos vemos obligados a especular sobre cómo sería el edificio románico que se levantó para albergar esta congregación. Nos ayuda a dejar volar la imaginación la presencia en la actual iglesia de un excelente sepulcro románico, que además está fechado, año 1188. Este resto, que en realidad sólo es la tapa (o lauda) sepulcral, está profusamente decorado; destacando la presencia en sus caras de una representación de Cristo Majestad y un apostolado completo. Aún fue el edificio románico el que conoció el arcediano de Briviesca durante su visita de 1706, y deja bien claro que la abadía “un rico templo bien aderezado” con “noble claustro fuerte”. ¿Estaríamos ante un tercer templo como Siones o Vallejo?.






Desafortunadamente para los amantes del románico, nos quedaremos para siempre con las ganas de conocer este edificio. El templo que hoy podemos ver es un edificio anodino, sin gracia y sin estilo, obra de don Pedro Antonio de Vivanco Angulo y Ortiz, que en 1771 derribó monasterio y templo para levantar con sus piedras el edificio actual.

En la nueva construcción se utilizaron parte de los sillares antiguos, así como diversos elementos esculturados, románicos, que han ido apareciendo en las sucesivas obras de reforma, esparcidos tanto por el interior como por el exterior del edificio, incrustados en los muros. Las piezas sobrantes de aquel destrozo fueron a parar a los muros de las casas vecinas, o a las tapias de corrales y huertos. Por ejemplo en una casa vecina tenemos estas dos piezas semicirculares, que posiblemente en origen ocuparon los tímpanos de bellas ventanas (una pieza similar se encuentra en el interior del templo). 



El destructor “abad” hizo colocar también, sobre la fachada sur del nuevo templo, tres grandes escudos heráldicos del apellido Vivanco, con la repetida fecha de 1771 y una pretenciosa inscripción en la que dejaba constancia de sus prerrogativas:


“Don Pedro Antonio de Vivanco Angulo y Ortiz, Abad de Vivanco y Arceo, es dueño único de esta iglesia parroquial y de la casa de enfrente, cuyas armas de sus apellidos son las que se demuestran aquí”.


La “casa de enfrente” ha desaparecido. Tan sólo queda un solar y un arco con una placa recordatoria de su cesión al pueblo por parte del actual marqués de Vivanco, título heredero del antiguo abadengo.  Según parece también perteneció a los señores de Vivanco otra torre medieval que aún se conserva alejada del barrio principal del pueblo. Podéis consultar la correspondiente ficha en la excelente página web Castillos del Olvido

 

martes, 11 de agosto de 2020

VEINTIUN PUEBLOS, UNA MERINDAD

La Merindad de Río de Ubierna es un municipio de la provincia de Burgos formado por la agregación de una serie de pueblos, 21 en total, más la granja de La Cabañuela y el despoblado de Quintanajuar; la mayoría de los cuales constituían ayuntamiento propio hasta que a finales de los año setenta se produjo la agregación.

Cabe decir que esta Merindad no es un ente salido de la nada, de hecho se puede considerar en cierta medida heredera del territorio del alfoz altomedieval de Ubierna y de la posterior Jurisdicción de Río Ubierna, si bien aquellos no coincidían exactamente con el territorio actual y la capitalidad de los mismo se encontraba en Ubierna

Mucho se ha debatido en la zona sobre si aquella decisión de los años setenta fue acertada o no (por ejemplo Quintanaortuño decidió seguir como Ayuntamiento independiente, formando una especie de “isla territorial”); lo cierto es que desde entonces Sotopalacios ha progresado visiblemente, otros pueblos como Ubierna, Villaverde y Villanueva se han mantenido de forma más o menos razonable; y el resto han continuado su proceso de lenta languidez similar a la de otras muchas localidades provinciales, pese a hallarse relativamente cerca de Burgos.

 Pero este post no quiere continuar por esos derroteros, sino describir brevemente una propuesta de ruta ciclista para recorrer todos esos pueblos que, nos guste menos o más, transitan ya desde hace décadas unidos.

Saliendo desde Ubierna

 
Por pista asfaltada alcanzamos cómodamente el Barrio de San Martín de Ubierna

 
Tomamos la N-623 unos kilómetros y subimos a Castrillo de Rucios utilizando la pista asfaltada que sirve para acceder al mismo. Otra opción más montaraz sería llegar desde Quintanarrío, por una descarnada pista, y luego usar caminos de monte para alcanzar Quintanilla Sobresierra.
 

 
Volvemos a la N-623 y usamos un nuevo desvío carreteril para llegar Gredilla la Polera

 
Por la misma carretera asfaltada llegamos a Villalbilla Sobresierra

 
Ahora por camino hasta el cercano Robredo Sobresierra

 
De nuevo por carretera hasta Mata y su coqueta iglesia románica

 
Un corto trecho por camino nos deja en Quintanarrío

 
De nuevo en la N-623, alcanzamos Quintanilla Sobresierra

 
Para subir a Masa parece existir un borroso camino que permite evitar en buena medida la nacional, pero volveremos a usar la carretera para no desgastarnos en exceso.

 
La tranquila carretera Villadiego - Poza de la Sal permite acercarnos hasta Cernégula, salvo un último tramo que realizamos por camino. Tentenpié junto a la famosa charca.

 
Empezamos el regreso por la C-629 hasta Hontomín.

 
Un descarnado camino por un bello paisaje nos permite alcanzar Lermilla, en donde se preparaban para su comida anual (año 2019).

 
Usaremos la vía verde del Santander-Mediterráneo para continuar. Siguiente parada Quintanarruz y su iglesia románica, que aquí aparece borrosa. 

 
Vamos subiendo paulatinamente hasta alcanzar Cobos junto a la Molina

 
Alcanzamos La Molina de Ubierna y su recuperada iglesia. 

 
No muy lejos, Peñahorada. Por fin se acaba la subida

 
Como ya vamos notando la flojera, bajamos por la carretera; un poco más comoda que la vía verde. Así llegamos a Villaverde Peñahorada 

 
 
Volvemos a la vía verde para llegar a Sotopalacios y su castillo.

 
Por carreterita hasta Villanueva Río Ubierna. Ya queda poco.

 
Duros repechos hasta Celadilla Sotobrín, última parada hasta alcanzar por camino Ubierna.


Track del recorrido, que representa unos 88 kilometros. Sobre el mismo se pueden proponer algunas variantes para las personas que estén algo más en forma, especialmente reduciendo los tramos por carretera. Se puede acceder a la Granja de la Cabañuela desde la C-627 para desde allí, una vez pedido permiso, alcanzar lo poco que queda de Quintanajuar.
 
 
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