Para no saturaros demasiado con mis árboles singulares había dejado colgando esta entrada dedicada a los árboles singulares de Arauzo de Salce. Las imágenes son de mediados de abril, con lo que lamentablemente no podemos verlos con hojas.
Las primeras palabras van dedicadas al moral. Casi como manda la norma, pegado al muro de contención de la iglesia. No tiene un aspecto demasiado bueno.
Al parecer antiguamente cada rama tenía el nombre del niño que se había caido de ella al intentar coger las moras.
A unos 500 metros del pueblo, en dirección norte y a la vera del río Aranzuelo, existe un enorme y sorprendente quejigo, pues no es especie típica de la zona.
Sorprende que un ejemplar tan a mano haya resistido el ataque del hacha. Al conocer su historia tenemos la explicación. Se trata del roble de San Miguel, y recibe el nombre de la ermita que se encontraba en este lugar hace ya varios siglos. Al parecer la protección del templo se extendió al árbol, y nadie osó cortarlo, ni siquiera podarlo. Los vecinos del lugar aún le indicaban a Javier Palacios, el autor del libro "Árboles singulares de Burgos", que al arar solían salir tejas e incluso cruces y calaveras.
Su perímetro nominal es superior a los cuatro metros y su edad podría elevarse a más de 200 años.
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