miércoles, 11 de febrero de 2015

El castillo de Lara

Sólo queda una esquina y parte de un muro de la torre del homenaje
 
He aquí las más evocadoras de todas las evocadoras ruinas de los castillos burgaleses. El que más carga de historia y de leyenda tiene, aquel cuyo estado nos resulta más doloroso ver. Y ya lo glosaron nuestros más ilustres poetas como Bonifacio Zamora…
Castillo milenario. Milenaria
mansión del primer conde independiente.
cuna de la castilla adolescente
y de su independencia luminaria.
Yerba parasitaria
la gloria enluta de su ayer ausente.
y solo un paredón eco es doliente
del vario estruendo de su historia varia.
De la peña de Lara hasta las ruinas
un águila caudal azota el viento
y avergonzada su cabeza esconde.
Mientras las golondrinas
cantan al día, con chillón acento,
donde soñaba con Castilla el conde.

Y Rafael Núñez Rosáenz
Austera geología en curva rasa
donde el aire aromado se hace luna,
alfoz de historia fértil, alta cuna
del que trajo al nacer honra sin tasa.
Aquí su luz primera se hizo brasa
y aquí volvió guerrero con fortuna;
que él, de niño, soñaba ya con una
astilla libre en tierras, fuero y casa.
Qué cerca Arlanza corre y se entretiene
con la imagen del Conde, que va y viene,
jugando a los recuerdos y al olvido,
Mientras mamblas desnudas y la piedra
aún siguen esperando que la hiedra
anuncie que el buen Conde ha renacido.

 La historia del castillo de Lara en cierta medida comienza hace miles de años, en el importante castro prerromano que se creó en la gran mole rocosa que se eleva por detrás del castillo. La romanización trajo consigo, como en otros lugares, la bajada de la población al llano. Aquí se levantó una relativamente importante ciudad romana que nos ha ofrecido abundantes restos de los que ya hemos hablado. La importancia del lugar se extendió durante la época visigoda, como queda demostrado por la cercana existencia de la iglesia de Quintanilla de las Viñas, también conocida como Santa María de Lara.
 
 
restos del antiguo foso
 
Sin duda fue con dolor con lo que se abandonaron estas tierras durante la invasión musulmana (incluso es probable que parte de la población no llegare realmente a marcharse). Tanto es así que durante la primera época de reconquista se registra con fecha relativamente temprana, año 867, la refundación de la ciudad (bastante antes incluso que la fundación de Burgos). Así lo demuestra una inscripción que se ubicaba en la desaparecida ermita de San Julián de Lara y que actualmente se conserva en el Museo de Burgos.
 
Sin duda éste es el momento en el que se erige un primer castillo que al poco toma como centro de operaciones el conde Gonzalo Fernández, uno de los tres condes pioneros que alcanzaron las riberas del Duero. En este castillo vio la luz su heredero, Fernán González, personaje a medio camino entre la realidad y la leyenda que ha extendido su mítico halo al propio castillo. Así, podríamos decir que en los muros de este castillo se gestó la Castilla independiente que con el tiempo acabaría dando lugar al reino desde el que se gestó la idea de España.
El castillo dominando la comarca
 
Alejándonos de la historia del “buen conde”, que implicaría por si sola uno o varios artículos, encontramos que el siglo XI el castillo sigue en manos de descendientes del Fernán González. El condado estaba asociado a uno de los más extensos alfoces de la temprana Castilla, cubriendo gran parte de actual partido de Salas de los Infantes y una buena porción de la provincia de Soria.
 
En la siguiente centuria sus señores empiezan a incorporar como título el del propio castillo en la persona del conde Don Pedro de Lara, creando una recia estirpe que creó gran inestabilidad en la Castilla de los siguientes siglos. De hecho tanto el propio Don Pedro como su sucesor Manrique de Lara acabaron trágicamente sus vidas tras enfrentarse a sus reyes.
 
El castillo visto desde Peñalara
 
Lejos de serenarse, los albores del reinado de Fernando III registran una nueva sublevación de los Laras contra la regia autoridad, que es definitivamente sofocada por el joven monarca al hacerse con el propio castillo que pasa a manos reales. En 1255 por donación o venta, Alfonso X cedió la fortaleza al concejo de Burgos, propietario sin duda menos peligroso que los Laras.
 
No se resignó tan fácilmente la nobleza a la pérdida de uno de sus baluartes pues durante la minoría de Fernando IV los revoltosos cobraron el castillo aumentando los medios defensivos del fuerte; aunque poco después, en 1299, los de Burgos ya la habían reconquistado.
 
A partir de entonces el castillo es gobernado por alcaides designados por el concejo de la ciudad, comenzando un lento pero inexorable periodo de decadencia. La familia burgalesa de los Cartagenas proporcionó en el siglo XV varios alcaides, creadores de hondos antagonismos entre el Castillo y el concejo de Lara. Con la excusa de que la ciudad no les compensaba por los gastos de mantenimiento del castillo, los alcaides se erigieron en señores feudales de la comarca vecina al castillo.
 
La iglesia de Lara, el Castillo y el Castro
 
Así queda reflejado en los agravios enumerados por el pueblo en la demanda que presentó ante la Chancillería de Valladolid y que merecen la pena enumerarse: Los Cartagena nombraban alcaldes que entendían en las causas civiles y criminales, impedían a los vecinos la caza en los montes y términos de la villa, exigían el impuesto de la martiniega, obligaban al pago de cierto número de maravedís a todo vecino que se casaba, atribuyéndose el derecho a que le labrasen sus tierras los labradores so pena de multa. Todos los años debían subirles al castillo 120 cargas de leña y cada año los vecinos veían sus montes talados, y sus reses perdidas pasando a los establos de la fortaleza.
 
Algunos historiadores ofrecen como una de las fundamentales causas que llevaron a Burgos a la rebeldía durante el período de las Comunidades, la donación que Carlos I hizo de la fortaleza al francés Joffre de Cotannes, aposentador de los Reyes y al parecer vecino de Burgos, íntimamente relacionado con el genial artista Felipe de Bigarny. Lo cierto es que para aquel entonces el castillo estaba medio abandonado y empezaba su ruina.
 
En 1566 se conciertan con el cantero de Covarrubias unos trabajos de reparación que probablemente no se llegaron a ejecutar, pues en 1572 se presupuestan de nuevo intervenciones. En el texto se menciona que el castillo tiene seis torres más la torre del Homenaje, lo que nos da idea de las dimensiones que pudo llegar a tener. De hecho en la iglesia de Lara de los infantes es posible descubrir una pintura alegórica del castillo que podría aproximarse a la realidad más de lo que pudiera suponerse (de la misma nos habla en un artículo Elías Rubio).
 
En todo caso la ruina era segura si nadie habitaba en el castillo, lo que era frecuente en el siglo XVI y definitivo en el XVII. Esto aceleró la destrucción y favoreció la rapiña de los materiales que pudieran ser de utilidad. Un diccionario inglés publicado en 1763, al hablar de Lara, dice ya que «quedan solo las ruinas de sus antiguas fortalezas». En los años 90 se registró un derrumbe parcial de lo que ya eran unos restos deformes.
 
Hoy sólo nos quedan estas escasísimas ruinas, apenas una esquina y parte del muro de una torre, que han sido consolidadas hace unos años para que al menos quede memoria de su largo y glorioso pasado. En recuerdo del mismo, cada año en el mes de Junio los pueblos pertenecientes a la Tierra de Lara suben hasta el castillo con sus pendones en una jornada lúdica y reivindicativa.
 
Foto tomada de la web www.tierradelara.es
 
Una de las posibilidades de acceder al castillo o picón de Lara es combinándolo en una ruta senderista, opción que mostraremos en nuestro próximo artículo.

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