viernes, 15 de marzo de 2013

Antiguos monasterios burgaleses: San Juan de Ortega (I)

No podemos decir que el santuario de San Juan de Ortega sea desconocido, pero tras realizar una visita e informarse de la historia y el patrimonio del lugar, uno se pregunta porqué no le tenemos más presente a la hora de hablar de los lugares de mayor interés de nuestra tierra.
 
San Juan de Ortega fue y es un santuario nacido por y para el Camino de Santiago, fruto del proyecto de un solo hombre cuya historia tiene tintes casi novelescos, que sin ser rey ni poderoso ha conseguido que su sueño haya llegado, con mejor o peor fortuna, hasta nuestros días y aún hoy siga cumpliendo, día a día y año a año, la función para la cual fue creado.
 
Voy a dedicar un primer artículo a la historia e intrahistoria del lugar y un segundo al patrimonio físico que aún nos queda. Intentaré hacer en ambos un esfuerzo de síntesis, para que no me quede muy largo ni dejarme cosas interesantes en el tintero.
Plazoleta de acceso, con la capilla de San Nicolás y la iglesia
 
 Conseguida cierta estabilidad en la meseta norte a mediados del siglo XI, el rey Alfonso VI decide dar un nuevo impulso a la peregrinación hacia Santiago de Compostela y para ello le encarga a Santo Domingo (de la Calzada) la mejora del trayecto entre Logroño y Burgos, con el fin de evitar el rodeo por Haro y Miranda.
 
Es en estos años, 1080, cuando nace Juan en la localidad de Quintanaortuño, fruto de las plegarias de unos padres que llevaban veinte años esperando el nacimiento de un hijo. No están claros los caminos que le llevan a entrar en contacto con Santo Domingo, pero parece que ya está a su lado antes de acabar el siglo. Junto al maestro se forma y ya probablemente a la muerte del mismo, en 1109, tomó la decisión de continuar la obra. Pero antes decide peregrinar a los Santos lugares. Es probable que durante este viaje entre en contacto con corrientes artísticas y arquitectónicas de las que se servirá en el futuro, pero lo más importante le sucederá en el viaje de regreso por mar. Azotado el barco por una tempestad, Juan se encomienda a san Nicolás de Bari, parte de cuyas reliquias traía consigo, con la promesa de construirle una capilla como agradecimiento.
 
En la parte inferior del mausoleo se representan varios milagros del santo; entre ellos el que conseguido por intercesión de San Nicolás.

El barco llegó felizmente y Juan quiere empezar su proyecto. No cuenta sin embargo con el prestigio de Domingo, así que decide retirarse como eremita al lugar más inhóspito del trayecto, los Montes de Oca, y poner todo su empeño en ayudar a los peregrinos atacados por ladrones y asesinos que por allí pululaban. Pronto su fama se va extendiendo y las personas más notables, entre ellas los reyes de Castilla, empiezan a apoyarle. Puede así iniciar las obras de la capilla de San Nicolás y de un pequeño albergue de peregrinos.
 
En paralelo trabaja en las obras que había dejado inacabadas Santo Domingo. Mejora el trayecto entre Santo Domingo de la Calzada y Burgos, en especial el que atraviesa los montes de Oca y construye varios puentes. Se le atribuye la reforma de los de Logroño y Santo Domingo, que aunque construidos por Domingo se habían arruinado a las pocas décadas, y la construcción de otros en Nájera, Belorado y Agés, así como en su localidad natal. Los más importantes han sido reformados en la época moderna y los más humildes aún pueden verse, pero todos han resistido siglos de avenidas.

Pero el proyecto vital de Juan se centra en el reciente santuario. Con la llegada de más donaciones y la concesión del señorío de Ortega constituye una comunidad de canónigos regulares bajo la regla de San Agustín y emprende su gran proyecto: la construcción de una gran iglesia al estilo románico. Se le atribuye al propio santo el proyecto, y lo más original y valioso del edificio: los tres ábsides y el crucero hasta el arranque de las bóvedas, antes de que le sobrevenga la muerte en 1163. El tirón de Juan, ya considerado popularmente como santo (su canonización no se produciría hasta el siglo XVII), es tal que pronto el lugar pasará a denominarse como San Juan de Ortega y será su tumba la que atraiga a fieles y peregrinos.
 
Con esta inercia los canónigos lograrán terminar una primera fase de la iglesia, con el cierre de la bóveda del crucero a principios del siglo XIII. De esta época proviene también el excepcional sepulcro del santo, aunque curiosamente los restos de San Juan de Ortega nunca estarían en el mismo, sino en una sencilla arca de piedra sin labrar que aún se conserva. Parece que los canónigos pensaron en una especie de treta para que los posibles saqueadores, al ver el sepulcro lujoso vacío, pensasen que otros saqueadores habían llegado antes, mientras que los verdaderos restos se guardaban bajo el suelo de la capilla.
 
Verdadero sepulcro del santo

Los siguientes dos siglos el lugar vive cierto estancamiento en lo material pero en el día a día sigue con su misión. Ello hace que la congregación de canónigos se extienda hasta bien entrado el siglo XV, cuando, de acuerdo con el obispo de Burgos, decide disolverse y transformar el lugar en un monasterio de monjes jerónimos, los primeros de los cuales vendrán desde Fresdelval.

El buen hacer de estos nuevos padres pronto da sus frutos. San Juan de Ortega vive un renacer apoyado por el cabildo de Burgos y las principales familias castellanas, como los Maluenda, los Cartagena, los Rojas o los Avellaneda. Gracias a ello se completa el resto de la iglesia hasta obtener su configuración actual y se construye un baldaquino o mausoleo que prácticamente no tiene parangón en el mundo cristiano, financiado por Pedro Fernández de Velasco. La idea es trasladar la tumba del apóstol desde la capilla de San Nicolás a la nueva iglesia, colocando la misma en el mausoleo.
 
Pero entonces ocurre un fenómeno milagroso. Al abrir el sepulcro del santo salen una especie de abejillas de color blanco del mismo. El fenómeno es interpretado como un deseo del santo de permanecer en donde está, y lo que se hace es trasladar el baldaquino a la capilla. Las abejillas son tenidas por las almas de los niños que el santo tiene preparadas para las mujeres que vienen a suplicarle, pues San Juan de Ortega es tenido como especial intercesor ante la infertilidad, dadas las circunstancias en las que fue concebido.
 
De hecho es por esos años, 1477, cuando Isabel la Católica visita el sepulcro tras siete años sin hijos. Cumplida su rogativa con éxito, decide dar el nombre de Juan a su hijo y promueve la renovación de la capilla que quedará como se ve actualmente. Entre muchas otras mujeres al menos dos reinas más vendrán a encomendarse al santo, Margarita de Austria (mujer de Felipe III) y Maria Luisa de Saboya (mujer de Felipe V), ambas con éxito.
Actual hospedería en el mismo emplazamiento que la original. Véase el escudo imperial sobre una de las puertas.

En los siguientes siglos hasta la desamortización el monasterio sigue funcionando eficientemente en lo material y sobre todo lo espiritual. Llama la atención positivamente que mientras que las crónicas de los milagros del santo y los beneficios recibidos se extienden, el santuario como tal se limita a hacer una enorme pero austera ampliación de los edificios monacales en estilo neoclásico. También existió un gran hospital en lo que hoy es el pueblo, del que ya no queda rastro. El antiguo monasterio, del siglo XV y también muy sencillo, es la actual hospedería.
 
Al menos desde el siglo XIV, y probablemente desde antes, se realiza la romería anual de los pueblos de los alrededores el día 2 de junio. Un cronista del siglo XVI la consideraba la de mayor acumulación de gente de toda España, viéndose más de 120 cruces (hoy está constituida por 23 pueblos). Otra romería más pequeña tiene lugar en el pueblo de Quintanaortuño.
 
Entre la venta de los edificios en 1836 y mediados del siglo XX se extiende un periodo oscuro sobre el monasterio. Curiosamente los edificios se mantuvieron mejor que en muchos otros lugares, posiblemente porque el albergue y la devoción del lugar se seguía manteniendo entre la clase popular, mientras que la capilla de San Nicolás funcionó como parroquia del pueblo;  pero de la mayoría de los tesoros materiales que sin duda existieron no se tiene ni siquiera noción de donde fueron a parar. Por ejemplo, la famosa “biblia de Gutemberg”, que se conserva en la Biblioteca Provincial, fue originariamente un regalo de Luis Maluenda, tesorero de la catedral de Burgos, al monasterio.
 
En 1963, coincidiendo con el octavo centenario de la muerte de San Juan de Ortega, el obispado y personas notables de Burgos, preocupados por la situación de los edificios, promueven la intervención del ministerio para la recuperación de los mismos. Las obras tendrán lugar en varias fases durante la década siguiente. Durante las mismas se traslada definitivamente el baldaquino a la iglesia y se hace una cripta por debajo para guardar el sepulcro del santo, pero problemas de inundaciones hacen desistir de esa idea. En 1971 san Juan de Ortega es declarado patrón de los Aparejadores y Arquitectos técnicos.
Vista exterior del monasterio y signos del proceso de restauración.

Sin duda la revitalización en las últimas décadas del camino de Santiago le ha sentado bien a San Juan de Ortega. Desde hace un par de años se ha puesto en marcha por parte de la Junta de Castilla y León un proyecto de restauración que tiene por objeto mejorar la hospedería y crear un centro cultural y asistencial en el antiguo monasterio.

1 comentario:

Miguel Cantera dijo...

Magnífica entrada Montacedo, muchas gracias. A ver si con la restauración se ayuda a promocionar más esta importante parada del Camino de Santiago.