Hoy nos ocuparemos de los elementos principales del patrimonio de San Juan de Ortega, entre los cuales figura sin duda su bucólica ubicación en un calvero de los bosques de Montes de Oca.
La iglesiaLa parte más interesante del templo, declarado BIC en 1931, se centra en el ábside triple (uno de los pocos de este tipo que se ubican en la provincia) y los muros y capiteles del crucero, de la época románica. La obra es en general sencilla, pero de gran armonía y elegancia. El hábil arquitecto resalta los elementos verticales en detrimento de los horizontales, consiguiendo con ello una mayor sensación de esbeltez.
Al exterior llaman la atención las medias columnas que separan los paños y las arquerías ciegas que sobrevuelan a los ventanales. Al interior lo más llamativo son las curiosas ventanas abocinadas a base de arcos sucesivos. También son llamativos los grandes pilares formados por columnas adosadas. En cierto sentido parece probable que el proyecto original incluyera la construcción de una torre.
La parte escultórica muestra en general elementos geométricos y vegetales, que aún así muestran maestría especialmente en el interior. En todo caso los elementos destacados son los escasos relieves figurados: el de la Visitación, el de la lucha entre Roldan y el gigante Ferragut y, sobre todo, el del ciclo de la Natividad, que por temática y elaboración destaca dentro del románico español. Además este capitel es protagonista del llamado “milagro de la luz”, que consiste en la iluminación durante unos minutos de este capitel, coincidiendo siempre con los equinoccios de primavera y otoño, recorriendo sucesivamente las diferentes escenas. Hoy este fenómeno se ha convertido casi en espectáculo de masas, perdiendo con ello parte de su magia.
En cualquier época del año podremos apreciar, no obstante, la belleza de este capitel. La primera escena representada en una Anunciación, con el arcángel San Gabriel, la Virgen y una sirvienta. A continuación, aparece la Visitación con las dos primas abrazándose en presencia de un San José medio adormilado y con un ángel recostado sobre su cabeza. El capitel se remata con una completa representación del ciclo de Navidad: el niño en la cuna, con el buey y la mula, la Virgen en un lecho asistida por una partera y el anuncio a los pastores. En la cuidada escultura de este capitel, fechado a mediados del silgo XII, se pueden rastrear elementos iconográficos procedentes de los maestros de Silos y Estella.
El baldaquino
Cuando el visitante entra en la iglesia es probablemente el elemento sobre el que se centrará su mirada. Esta obra fue realizada en la segunda mitad del siglo XV bajo el patrocinio de Pedro Fernández de Velasco y su esposa Doña Mencía de Mendoza.
El mausoleo es de estilo gótico isabelino. Sobre el arca sepulcral se encuentra la efigie yacente del santo tallada en alabastro. En las caras laterales hay una serie de de altorrelieves representado las escenas de la vida y milagros del santo. El segundo cuerpo está formado por dos arcos conopiales terminados en grumos y cubiertos por ojivas de elegantes tracerías. Una serie de esbeltas agujas dan escolta a los arcos y enlazan con el cuerpo superior.
Ahí rematan en finísima crestería combinada con sendos ángeles tenantes que sostienen los escudos de los fundadores, los veros de los Velasco y los calderos de los Manrique. Es una obra airosa y original de extraordinario valor, con muy pocas obras equivalentes en el mundo. Aunque no está clara la autoría, algunos expertos atribuyen la estructura a Juan de Colonia o una persona avanzada de su escuela, mientras el sepulcro propiamente dicho y la estatua yacente es obra de otro artista, probablemente Gil de Siloé.
El sepulcro románico
El excepcional sepulcro románico del santo, que como indicamos ha estado siempre vacío es probablemente el mejor de su estilo en la provincia. Ha cambiado varias veces de ubicación y ahora parece que se encuentra (yo no lo pude ver en mi última visita) en la capilla de San Nicolás.
La decoración de todas las caras es elaborada y llamativa. En la tapa se ven representadas escenas de la muerte y enterramiento del santo, acompañado de una serie de personajes enmarcados por columnas. El arca sigue una estilística similar. En la cara principal aparece un gran Pantócrator acompañado del colegio apostólico.
La capilla de San Nicolás.
La capilla de San Nicolás es el edificio que se encuentra a la izquierda en la plaza de acceso a la iglesia. La obra actual proviene de finales del siglo XV o principios del XVI. Su estructura como tal no tiene gran originalidad, con bóvedas de crucería. La reja de acceso, de gran valor, es una obra del siglo XVI que estuvo colocada hasta principios del siglo XX en la propia iglesia. El retablo es también relativamente sencillo, estando dedicado a guardar las reliquias que se conservan en sus laterales.
El crucifijo de marfil y otros vestigios.
Uno de las piezas más originales relacionadas con San Juan de Ortega es un minúsculo crucifijo románico (tan sólo 13 centímetros de alto) tallado en marfil. Las fuentes consideran que fue un regalo del rey Alfonso VII al propio santo (estamos hablando por lo tanto de una obra de mediados del siglo XII).
El artista logra un grado de detalle asombroso en elementos como cabellos, barba, perfilando un rostro de gran calidad. Destacan asimismo el resalte del vientre y las costillas. La corona es posterior, sustituyendo a una anterior perdida, pero su trabajo con plata dorada y piedras preciosas no desmerece al conjunto.
Respecto a la ubicación de otros tesoros del monasterio apenas puedo dar algunas pistas, y sin tener certeza absoluta. En el Museo Marés de Barcelona (sí, otra vez este museo), se encuentra una preciosa arqueta-relicario con talla en hueso que procede con bastante probabilidad de aquí. Lo mismo ocurre con una de las sillerías que ahora se encuentran en San Pedro de Cardeña. Parece que un arca con algunas pertenencias del santo (entre ellas una valiosa casulla de arte musulmán) se encuentran en Quintanaortuño. Por cierto, que aquí también estarían los restos de los padres del santo, en una ermita (hoy parroquial) que ocupa el supuesto solar de que fue su casa natal. De muchos de sus otros tesoros no queda más que el recuerdo.
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