"La esperanza que surgió del páramo" es el título que lleva una interesante publicación del año 2007 en la que se detalla el devenir de la aventura del petróleo en Burgos. Realizada por un abanico de profesionales de todos los ámbitos, aborda el tema desde varios enfoques, con vistas a impulsar acciones para salvaguardar la memoria de este legado, y junto con él el legado existente en el páramo de la Lora.
La gran fecha en la exploración de la Lora fue la del 6 de Junio de 1964, un chorro del preciado líquido surgió de las entrañas de la tierra en las cercanías de Ayoluengo y allí estaban las cámaras del Nodo para mostrar el brutal contraste existente entre unos pueblos especialmente olvidados y el nuevo panorama que se ofrecía. Grandes planes se trazaron para el futuro, se pusieron en marcha proyectos, ante unas expectativas que pronto se transformaron en cruel desilusión.
Enseguida se descubrió que el yacimiento era de mucho menor tamaño de lo esperado y que tenía un alto contenido en Vanadio, lo que impedía su refino (estropeaba los catalizadores empleados en el proceso) y por lo tanto sólo era útil para su combustión directa en determinadas industrias.
La exploración en la Lora no fue un caso aislado, ni mucho menos. Se cuentan por docenas las exploraciones que se realizaron en la provincia a lo largo de todo el siglo XX. La crónica de las mismas refleja que en su mayor parte se trataba de locas aventuras conducidas más por la ilusión que por la lógica. Todo parece indicar que el caso de Ayoluengo fue un hecho excepcional.
¿Que queda de todo esto?. Pues en realidad todavía funcionan aproximadamente una docena de bombas de extracción, de las más de 60 que llegaron de existir. Varias de ellas son fácilmente accesibles desde la Carretera de acceso a Ayoluengo, así como el centro de almacenaje, del que sale no más de un camión diario.
El funcionamiento de estas bombas (en el acerbo popular, "caballitos") también tiene un halo de nostalgia. Al parecer, el petróleo siempre aparece mezclado en sus yacimientos con gas natural, y este último es clave para poder extraerlo ya que le confiere el impulso para salir disparado hacia la superficie. Pues bien, los "caballitos" funcionan con este mismo gas de modo que siguen funcionando hasta que se acaba el mismo, y entonces se detienen por si sólos en el mismo momento que el yacimiento se agota.
Ayoluengo posee otro pequeño tesoro, más difícil de medir en términos económicos. Se trata de un inusual (por la ubicación) hayedo. Aquí tenéis una descripción de una pequeña ruta que permite conocerlo.
En otros lugares se conservan restos de otro tipo de aquel boom. Por ejemplo en Sargentes de la Lora hay un bar de representativo nombre: "El oro Negro", junto a los restos de una estación de Servicio que dejó de funcionar hace mucho tiempo.
Varios años después de la redacción inicial de este artículo, en 2015, se inauguraba el ansiado Museo del Petróleo, recogiendo la memoria de este sueño apenas real. Del mismo tratamos en otro artículo.
En definitiva, el petróleo sólo sirvió si acaso para acelerar el proceso de la emigración, al dar contactos a los jóvenes para facilitar su traslado a las capitales. Los lugareños debieron conformarse con su tesoro de siempre, más humilde y prosaico: la patata de siembra.
Nos cuenta Jose Antonio López Hidalgo en su libro "en el lugar de la desolación": "Dicen que la patata es tubérculo que agradece las tierras difíciles porque luego ofrece lo mejor que lleva dentro en tierras fértiles. Supongo que así ocurre también con los hombres: nacen en las condiciones desoladas de esta zona, emigran, y ofrecen los más valioso fuera del sitio en el que surgieron". Y en otro pasaje añade: "Una de las variedades de patata que se cría en la zona se llama “Baraka”, palabra árabe que significa fortuna ¡¡que ironía!!".
La gran fecha en la exploración de la Lora fue la del 6 de Junio de 1964, un chorro del preciado líquido surgió de las entrañas de la tierra en las cercanías de Ayoluengo y allí estaban las cámaras del Nodo para mostrar el brutal contraste existente entre unos pueblos especialmente olvidados y el nuevo panorama que se ofrecía. Grandes planes se trazaron para el futuro, se pusieron en marcha proyectos, ante unas expectativas que pronto se transformaron en cruel desilusión.
Enseguida se descubrió que el yacimiento era de mucho menor tamaño de lo esperado y que tenía un alto contenido en Vanadio, lo que impedía su refino (estropeaba los catalizadores empleados en el proceso) y por lo tanto sólo era útil para su combustión directa en determinadas industrias.
La exploración en la Lora no fue un caso aislado, ni mucho menos. Se cuentan por docenas las exploraciones que se realizaron en la provincia a lo largo de todo el siglo XX. La crónica de las mismas refleja que en su mayor parte se trataba de locas aventuras conducidas más por la ilusión que por la lógica. Todo parece indicar que el caso de Ayoluengo fue un hecho excepcional.
¿Que queda de todo esto?. Pues en realidad todavía funcionan aproximadamente una docena de bombas de extracción, de las más de 60 que llegaron de existir. Varias de ellas son fácilmente accesibles desde la Carretera de acceso a Ayoluengo, así como el centro de almacenaje, del que sale no más de un camión diario.
El funcionamiento de estas bombas (en el acerbo popular, "caballitos") también tiene un halo de nostalgia. Al parecer, el petróleo siempre aparece mezclado en sus yacimientos con gas natural, y este último es clave para poder extraerlo ya que le confiere el impulso para salir disparado hacia la superficie. Pues bien, los "caballitos" funcionan con este mismo gas de modo que siguen funcionando hasta que se acaba el mismo, y entonces se detienen por si sólos en el mismo momento que el yacimiento se agota.
En otros lugares se conservan restos de otro tipo de aquel boom. Por ejemplo en Sargentes de la Lora hay un bar de representativo nombre: "El oro Negro", junto a los restos de una estación de Servicio que dejó de funcionar hace mucho tiempo.
Varios años después de la redacción inicial de este artículo, en 2015, se inauguraba el ansiado Museo del Petróleo, recogiendo la memoria de este sueño apenas real. Del mismo tratamos en otro artículo.
En definitiva, el petróleo sólo sirvió si acaso para acelerar el proceso de la emigración, al dar contactos a los jóvenes para facilitar su traslado a las capitales. Los lugareños debieron conformarse con su tesoro de siempre, más humilde y prosaico: la patata de siembra.
Nos cuenta Jose Antonio López Hidalgo en su libro "en el lugar de la desolación": "Dicen que la patata es tubérculo que agradece las tierras difíciles porque luego ofrece lo mejor que lleva dentro en tierras fértiles. Supongo que así ocurre también con los hombres: nacen en las condiciones desoladas de esta zona, emigran, y ofrecen los más valioso fuera del sitio en el que surgieron". Y en otro pasaje añade: "Una de las variedades de patata que se cría en la zona se llama “Baraka”, palabra árabe que significa fortuna ¡¡que ironía!!".
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