El confín más noroccidental de la Bureba nuestra un paisaje variado y quebrado que no responde a los cánones del resto de la comarca. En la ruta de hoy exploraremos parcialmente el diapiro salino de Poza de la Sal dando paso a la transición entre este municipio y el Valle de Caderechas; un entorno poco conocido que nos ofrece algunos interesantes valores naturales y patrimoniales.
Dificultad: Media. Tres cuartas partes del recorrido no ofrecen más dificultad que la distancia, pero en el resto deberemos concentrarnos en el paraje de “La Huevera” y en la fuerte subida hacia el páramo.
Orientación (sin GPS con track o cartografía): Fácil. En la primera parte del recorrido hay varios cruces pero de momento la señalización es buena.
Belleza: Alta
Tiempo y distancia: 5 horas (18 kilómetros)
Situación
Para llegar a Poza desde Burgos tenemos varias opciones. La más lógica es seguir la llamada carretera de Poza a partir de Villimar. También podemos tomar la C-629 que se dirige a Villarcayo y, a los 40 kilómetros, desviarse hacia la derecha para recorrer el páramo de Poza y descender por su diapiro. Para esta ruta podemos aparcar junto a esta última carretera, en la zona que separa el pueblo de la zona de las salinas, y más en concreto junto al semiarruinado almacén del Pósito o Depósito, en donde hay una pequeña zona de aparcamiento.
Puntos de interés
Pueblo de Poza de la Sal. Fuente Buena. Vistas hacia la Bureba. Convento de San Francisco. Rio urbano en Padrones de Bureba. Arroyo de Valdelapelilla. Cascadas de la Huevera. Vistas del Valle de las Caderechas. Vistas del diapiro y del Castillo de Poza. Diversas instalaciones abandonadas o recuperadas procedentes de la explotación de la sal.
Descripción de la ruta
El almacén de “El Pósito” es uno de los tres que existieron para dar salida a la explotación salinera. Además de su ruina, llama la atención el desgaste de las piedras debido a un secular contacto con la sal. Enfrente vemos un pequeño sendero que desciende hacia el pequeño cauce que da salida a las aguas del diapiro.
Caminamos unos metros hacia la derecha para ver una serie de bonitos lavaderos que constituyen la conocida como Fuente Buena. Esta fuente era la única de la localidad que no presentaba intrusiones salinas y por ello fue cuidada con esmero por parte de los habitantes de Poza. Incluso vemos un pequeño acueducto que servía para conducir esta agua hacia el otro barrio del pueblo sin que llegara a mezclarse con las aguas saladas que bajaban de lo alto.
A unos metros de Fuente Buena, en dirección al centro del pueblo, encontramos un panel explicativo de los dos senderos locales de Poza de la Sal. El PRC-BU-68, o senda de los Molinos, será por el que transitemos en los primeros kilómetros, y los últimos de la jornada coincidirán con parte del trazado del PRC-BU-67.
Empezamos andando hacia este apartado barrio, en dirección contraria al centro de Poza de la Sal, que va a quedando a nuestra espalda encaramado a la ladera sobre la que se asienta su castillo. Siguiendo las señales blancas y amarillas llegamos a una bifurcación en donde nos decidimos por la opción izquierda, en suave ascenso que nos lleva hasta el final de la localidad. Aquí encontramos los restos de la ermita de San Blas, asociada a la tradicional festividad del Escarrete.
Desde este punto tenemos una amplia vista de este sector de la Bureba, cerrado por los montes Obarenes y ya más lejos por la Sierra de la Demanda. Abundan los terrenos con frutales. Como estamos a comienzo de la primavera vemos algunos árboles, especialmente almendros, en plena floración.
Continuamos en claro descenso por un camino ancho ignorando las derivaciones secundarias. En una zona de vaguada y si miramos con atención en la dirección de la Mesa de Oña, identificaremos como a un kilómetro un gran pino que, para los pozanos, pasa por ser el de mayor tamaño de la Bureba. Al poco llegamos a una bifurcación en la que seguimos por la izquierda.
El paisaje es de tonos ocres y rojizos, con las llanuras hacia el lado derecho y la paramera hacia el izquierdo. La vegetación no es muy abundante, y poco a poco van tomando más protagonismo los pinos. El avance es un tanto monótono. Tras una zona de suave ascenso nos vamos acercando a una masa más compacta de pinar.
Llegados a la misma encontramos un cruce. Ambas opciones representan los caminos de ida y vuelta del sendero PRC-BU-68 y por lo tanto acaban confluyendo. Nos decidimos por la derecha pues, pese a ser más larga, nos parece más interesante. De este modo bordeamos la parte principal del pinar.
Pasamos una pequeña vaguada y alcanzamos unas instalaciones de unos molinos en ruinas. Entre los mismo baja el arroyo de los Molinos, que en este punto forma un pequeño salto de agua. Inmediatamente llegamos a un cruce en el que hay que seguir por la izquierda. Con esta maniobra abandonamos el trazado del sendero “Raíces de Castilla” (Poza-Oña-Frías), que también coincidía con nuestro recorrido desde el inicio.
Transitamos ahora paralelos a unas praderas que ha formado el arroyo de Los Molinos. Pronto llegamos a la altura de una alta valla. Delimita lo que fuera el antiguo monasterio de San Francisco, hoy de propiedad privada e incluso de difícil captura en fotografía. Acompañados del ladrido de los perros (afortunadamente encontramos todos encerrados o atados) pronto llegamos a unas casas que constituyen la finca Los Molinos.
Ignorando una derivación hacia la izquierda afrontamos un tramo de subida entre el pinar, dejando atrás la zona de praderas. Al final de la misma el camino traza una marcada curva hacia la izquierda. Esta maniobra hace que el sendero PRC-BU-68 comience su retorno hacia Poza de la Sal, pero nosotros buscamos un sendero que nace en el lado derecho. Pronto enlazamos con un camino más ancho y atacamos una fuerte rampa. En un cruce continuamos recto y casi enseguida el paisaje se abre. A nuestros pies aparece el vallecito en donde se encuentra el pueblo de Padrones de Bureba.
La pista baja bruscamente al encuentro de dicha localidad buscando la iglesia parroquial. En la misma encontramos algunos ejemplos de arquitectura popular de la zona, a base de entramados de madera, pero predominan las casas de corte contemporáneo. En todo caso lo más bonito del pueblo es un delicioso arroyo que baja en cascaditas entre las casas, aprovechado para pozas y lavaderos.
Desde los lavaderos caminamos unos pasos en dirección contraria a la iglesia. Pasamos un puentecito y buscamos la primera calle que surge hacia la izquierda. Pronto dejamos atrás las últimas casas. Al poco el camino principal gira hacia la derecha mientras que nosotros seguimos de frente por un caminito bastante cuidado.
Aquí encontramos un pequeño manantial y un par de mesas de piedra muy adecuadas para un pequeño descanso. Seguimos ahora por el camino recién encontrado remontando el arroyo Valdelapelilla, que forma un pequeño y precioso vallejo. En algunas zonas tiene suficiente anchura para dar paso a pequeñas plantaciones de frutales. Un puentecito sirve para dejar el arroyo a nuestra derecha.
Sin mayores novedades llegamos a una zona algo más ancha en donde encontramos un gran roble aparentemente seco. Con un poco de atención habremos localizado, muy cerca, un camino carretero que asciende por la ladera de la izquierda. Esto es importante pues lo usaremos dentro de un rato para continuar la ruta.
Ahora seguimos paralelos al río. El camino aparece encharcado en algunos puntos. Pronto llegamos a la altura de otro gran roble. Junto al mismo otro puentecito nos ayuda a pasar al otro lado. Aquí el camino se convierte en senda y comienza otro ascenso pero debemos estar atentos pues a tan sólo unos pasos del puente hemos de buscar una derivación en el lado izquierdo.
La vereda, un tanto difusa al principio, llega a un punto donde hemos de cruzar un arroyo secundario. Pronto se hace más evidente al entrar en una especie de túnel vegetal formado por bojes cubiertos de musgo. A nuestro lado transita el arroyo, pero apenas lo vemos entre la espesa vegetación. Lo que sí que es claro es que el valle se está haciendo cada vez cerrado y agreste.
Pronto cruzamos el arroyo de nuevo mientras entramos en una cerrada y pequeña garganta que apenas deja paso al sendero y al arroyo. Instantes después alcanzamos la cascada de la Huevera, un salto dividido en dos fracciones con unos diez metros de desnivel.
Una rústica escalera y un cable son la única manera de continuar para los que decidan explorar algo más. Necesitamos el cable para no resbalar por la fuerte pendiente. Superado este tramo llegamos a una segunda cascada en otro delicioso paraje. Otros cables permiten aparentemente seguir remontando el arroyo pero nosotros decidimos dejar aquí la exploración, al menos por esta ocasión.
Volvemos sobre nuestros pasos hasta el primer roble y el camino citados anteriormente. Subimos una marcada rampa que nos permite tener una vista algo más abierta del vallejo del arroyo Valdelapelilla. Desde aquí seguimos ascendiendo por un bosque mixto de pino y quejigo mientras que nos hacemos a la idea de que hemos de superar más de 300 metros de desnivel en poco más de dos kilómetros.
En el primer tramo la pendiente es más llevadera pero poco a poco se va haciendo más dura, especialmente cuando los pinos van dando paso, primero, a las encinas carrascas y posteriormente, al boj. En los descansos podremos apreciar cómo a nuestros pies van quedando el valle de las Caderechas y sus principales elevaciones. A lo lejos se vislumbra, todavía nevado, el paisaje de Alto Campoo.
Frente a nosotros vamos viendo poco a poco los aerogeneradores del extenso parque eólico de Poza de la Sal. Poco a poco el camino se va acercando al más próximo de ellos, mientras la pendiente se va moderando hasta desaparecer. Llegamos a la altura de la primera torre entrando en el camino que le da servicio. Seguimos una pista que no nos hace cambiar de dirección.
Superada una pequeña vaguada entre dos aerogeneradores pasamos bajo una línea de alta tensión. Un poco más adelante se encuentra un cruce en el que hemos de girar hacia la izquierda, pero podemos ganar terreno haciéndolo ahora caminando entre una replantación de pinos. También podríamos seguir rectos para alcanzar la cima del Altotero en menos de un kilómetro.
Alcanzamos así una pista que podemos seguir en su descenso, pero de nuevo optamos por ganar terreno cruzándola simplemente sin cambiar de dirección. Llegamos así al límite de la gran hoya formada por el diapiro de Poza, que vista desde arriba se aprecia que es casi un círculo perfecto. En el centro de la misma se parecían los oscuros materiales ofíticos de elevación del Castelar; una de las principales pruebas del fenómeno geológico que aquí tuvo lugar y que permitió la explotación salinera. Detrás del mismo se encuentra el morro rocoso donde se ubican los restos del castillo de Poza y al fondo una vez más las cumbres todavía nevadas de la Sierra de la Demanda.
Siguiendo por el borde rocoso hacia su izquierda pronto apreciamos que el camino que podríamos haber tomado se encuentra unas decenas de metros bajo nosotros. Bajamos hasta enlazar con el mismo a la altura de un cruce en el que seguimos por la derecha, internándonos en el amplio valle. La fuerte pendiente del camino pronto nos deja a la altura de la carretera de subida al páramo, que tomamos en sentido descendente durante unos centenares de metros.
Tras vernos acompañados por bellos ejemplares de álamos y fresnos, a la altura de una curva a derechas protegida con bionda encontramos un claro sendero en el lado izquierdo de la carretera. Bajamos por el mismo mientras observamos a lo lejos otro de los grandes almacenes que sirvieron para almacenar la sal, el de Trascastro. El sendero enlaza con un camino más ancho que seguimos en dirección al ya cercano Castelar. Con esta maniobra hemos entrado en el trazado del sendero de pequeño recorrido SL-BU-67.
Muy pronto dejamos el camino por otro nuevo sendero que desciende por el lado izquierdo. Pronto alcanzamos la altura de lo que fuera la ermita de la Magdalena, nombre que también recibió otro almacén que dejamos a nuestra izquierda, aunque merece la pena acercarse hasta el mismo para apreciar sus volúmenes y la buena sillería de esquinas, puertas y ventanas. Si caminamos hacia su parte posterior, veremos como estaba diseñado para que los carros entrasen desde un plano superior para descargar la mercancía, aprovechando el desnivel natural del terreno.
El sendero transita por algunas zonas algo encharcadas entrando en el área de las antiguas explotaciones salineras, cuyos restos podremos detectar con un poco de atención. También llama la atención una ladera en la que han quedado al descubierto los materiales yesíferos. Seguimos bajando con rapidez hasta alcanzar la zona en la que parte de las antiguas salinas ha sido parcialmente reconstruidas para mejor comprensión por parte del visitante y para la realización de demostraciones. No obstante en esta ocasión antes de llegar a la misma cruzamos un puente y ascendemos unos metros hasta el punto en donde aparcamos nuestro vehículo hace unas horas.
Comentarios
Ruta tirando a larga y con cierta dureza por el fuerte ascenso. La exploración de la zona de la Huevera puede implicar cierto riesgo, especialmente dependiendo de cómo se mantengan la escalera y los cableados. La época recomendada parece ser el final de invierno y el principio de la primavera para descubrir el arroyo en su mayor esplendor. Buena parte de recorrido es apto para la bici de montaña, vehículo que transita con frecuencia por la zona.
Los primeros kilómetros coinciden con el sendero de pequeño recorrido PRC-BU-68, cuyo trazado total comprende 12 sencillos kilómetros. Para explorar más en profundidad el diapiro se recomienda seguir en su totalidad el sendero PRC-BU-67 o la siguiente ruta publicada en este blog. Para saber más sobre Poza de la Sal y su ancestral explotación salinera se pueden consultar los siguientes enlaces:
http://tierrasdeburgos.blogspot.com.es/2013/03/poza-de-la-sal.html
http://tierrasdeburgos.blogspot.com.es/2013/02/el-diapiro-y-las-salinas-de-poza-de-la.html
Track del recorrido (pulsa en el círculo verde para más información)
1 comentario:
Cuidado mastines sueltos. Nos han atacado dos mastines y nos han dado un susto terrible, íbamos con los niños de paseo
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