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miércoles, 30 de junio de 2010

Escalada (I)

Cuantas veces hemos contemplado, en nuestro ascenso al páramo de Bricia, el panorama de Escalada en el fondo del valle del Ebro. Ya lo decía nuestro poeta Bonifacio Zamora:

 

Dos rivales, el páramo y la Lora,
disputan por desdenes Escalada.
Pero el Ebro interviene con su espada
de verde filo y a favor de flora.

Flora enamora al valle, le colora
de verdores y frutos- flor cuajada-
mientras en un belén de soleada
huerta se alumbra de navidad sonora.

Por contemplarle se remansa el río,
que tanta y tan gentil es su hermosura
en juego de arboleda y caserío.

La carretera con zig-zag penoso
va subiendo la cuesta. Y ya en altura,
vuelve a mirar el valle ¡es tan hermoso!


Pero en realidad Escalada guarda una intrahistoria y un patrimonio bastante interesante, alguno de cuyos hitos más curiosos apuntaremos aquí, como casi siempre de forma breve y animando a que el lector profundice por su cuenta.

Empezaremos por el edificio más antiguo, el templo de Santa María la Mayor que conserva aún de su periodo románico la extraordinaria portada, formada por seis arquivoltas ligeramente apuntadas y decoradas con puntas de diamante, motivos vegetales, sogueados. Alguno de sus capiteles representan arpías afrontadas, guerreros luchando, un jinete peleando contra un dragón y dos animales devorando a un cordero. La labra se caracteriza por el modelado en medio o altorrelieve.
 



Pero en lo que en realidad nos fijamos es las figuras, lamentablemente bastante maltratadas, de los veinticuatro Ancianos del Apocalipsis que se representan en la sexta arquivolta, con características propias del románico de la segunda mitad del siglo XII. Encontramos un cambio en la representación: el personaje principal es un sacerdote con un cáliz en la mano, cuando lo normal sería un ángel. A ambos lados, vemos a los Ancianos, todos sentados tocando instrumentos o con libros sobre sus rodillas.
 


 

La portada se corona con un tejadillo sobre canecillos esculpidos, que hace las veces de guardapolvos. Toda esta escultura parece remitirmos a los mismos autores del claustro de las Huelgas o del monasterio de Aguilar de Campoo. Observamos restos de policromía, posiblemente de época posterior, en la mayor parte de la fachada.
 

Y como es costumbre y tradición, ya lo vimos para las iglesias de Moradillo de Sedano, Abajas, Tamayo, Quintanarruz...el moral a la derecha de la entrada de la iglesia.
 

viernes, 25 de junio de 2010

ruta de senderismo: Los pueblos de Bricia

La geografía del noroeste de Burgos forma en su límite con Cantabria una serie de vericuetos, entrantes y salientes. Paisajísticamente nos encontramos en una zona de curiosa transición entre las Parameras de Bricia y los húmedos valles norteños. En la memoria encontramos un patrimonio ya prácticamente invisible, el relacionado con la guerra civil, que tuvo en esta zona uno de sus frentes.

Dificultad: Media
Orientación (sin GPS con track o cartografía): fácil
Belleza: Normal
Tiempo: 3 horas (13 kilómetros). Si eliminamos el ascenso al castro de Barrio serán dos kilómetros menos y si hacemos lo mismo con Quintanilla de Rucandio serán 3 kilómetros menos, de modo que recorrido puro circular son unos 8 kilómetros.


Situación.

El acceso desde Burgos es muy simple. Tomamos la carretera antigua a Santander N-623, hasta las parameras de Bricia. Casi al final de las mismas, tras unos 75 kilómetros, tomamos el cruce que a la izquierda conduce a Barrio de Bricia, capital del Ayuntamiento de Bricia y punto de partida de la ruta.

Puntos de Interés

Vistas sobre el páramo y sobre Valderredible. Vistas sobre el Castro de Quintanilla. Iglesia de Quintanilla de Rucandio. Barrio de Bricia. Vegetación de transición.

Descripción de la Ruta

Podemos dejar el vehículo a la altura de las primeras casas, ya que en la parte alta del pueblo las calles son mas estrechas. Tomando la calle principal, que tiende un poco a la derecha, pasamos junto a una ermita y al poco alcanzamos una bonita fuente con pilón fechada en 1908, y en donde podemos llenar la cantimplora.


En este punto tomamos el camino de la derecha y a la altura de las últimas casas buscamos una pista de cemento que al poco se convierte en un camino bastante ancho.



Salimos del pueblo mientras que a nuestra derecha se abre la vista al páramo de Bricia. La vegetación es fundamentalmente arbustiva; espinos, majuelos...la típica del páramo. Ganamos altura poco a poco y rechazamos una variante a la derecha.

Tras haber avanzado algo menos de un kilómetro, justo cuando el camino alcanza su punto más alto, podemos distinguir un camino muy poco marcado a la izquierda, que en este punto dibuja una curva muy cerrada, también a la izquierda, de modo que al tomarlo cambiamos prácticamente de sentido, pero ascendiendo un poco más.

Un centenar de metros más adelante el camino dibuja una nueva curva cerrada, esta vez a la derecha, y al poco otra a la izquierda, aumentando a continuación un poco su pendiente. A la derecha observamos la mole del Castro de Bricia o Mata del Cueto, adonde nos dirigimos. Nos fijaremos como referencia en una discontinuidad en el frontal rocoso y, unos cientos de metros más abajo, en una cerca alambrada que parece impedir la ascensión.

El camino enseguida nos conduce a una cerca de piedra, que bordearemos, abandonando el camino original para tomar uno mucho menos marcado. Tras unos rápidos zigzags llegamos a la alambrada descrita, justo junto a una entrada practicable.


Desde aquí ascendemos directamente, sin sendero definido, a la discontinuidad de su cima antes citada, el punto por el que accederemos a la misma. Sin demasiadas dificultades llegamos a la parte superior (1190 metros) de este monte, bastante erosionado.
 
Al Oeste se abre la extensa panorámica de los bosques de robles de Vaderredible, al Noroeste el Castro de Quintanilla (1220 metros), más imponente que el punto donde estamos. Al este el páramo de Bricia y las discontinuidades que los separan de Valdebezana. A nuestros pies, y casi en el límite entre ambos paisajes, Barrio de Bricia, tras el que se levanta otro pequeño castro.

 



Bajamos por el mismo trayecto hasta el camino principal que retomamos. En este punto, aunque no hay señal indicativa, entramos en Cantabria. Vemos que la vegetación de la paramera se ve salpicada aquí y allá por ejemplares típicos de una vegetación más húmeda, como las hayas y sobre todo los robles, que serán los dominadores del paisaje dentro de poco. Junto a bosquetes de avellanos llegamos enseguida a Renedo de Bricia. Vamos en búsqueda del humilde edificio de la iglesia, junto a la cual existe una bonita balconada sobre el valle.

 

Este núcleo tiene la particularidad de que, aunque pertenece a Cantabria, su acceso por pista asfaltada debe realizarse por Burgos. También destaca por la fealdad de la mayoría de las construcciones, y es que hay que decir que durante la guerra quedó prácticamente arrasado. Desde la iglesia seguimos la calle que bordea una serie de edificios en mal estado y tomamos la primera opción que se nos ofrece a la izquierda. A la salida del pueblo rechazaremos un camino que se dirige a la derecha.

A partir de aquí afrontamos un descenso que puede caracterizarse como vertiginoso, mientras el arbolado aumenta. Aunque encontramos algunas hayas, abundan mucho más esbeltos ejemplares de roble albar, fruto sin duda del abandono de la actividad ganadera, de modo que es raro encontrar ejemplares de tamaño reseñable.

Enseguida alcanzamos un cruce. A la derecha está el acceso a Quintanilla de Rucandio, en el cual lo más interesante es su iglesia románica cuyo perfil ya se dibuja en el horizonte. No es imprescindible tomar este ramal, pero en todo caso indicaremos que son unos 3 kilómetros entre ida y vuelta.




De regreso al cruce, seguimos el camino de la izquierda que primero asciende y luego desciende. Al cabo de aproximadamente un kilómetro y poco después de pasar bajo unos cables eléctricos, debemos localizar un sendero no muy marcado que nace a la izquierda del camino, ascendiendo por la ladera (ver la siguiente foto).



Al principio la pendiente se hace algo dura, mientras avanzamos junto a una alambrada. La vegetación sigue siendo mixta y mostrando un bosque en proceso de autoregeneración. Es evidente que avanzamos por un antiguo camino que ya no se usa, y que se mantiene sólo como sendero para caminantes.


Tras un par de curvas cerrada la pendiente se suaviza bastante, mientras avanzamos en dirección sur disfrutando de los bosques de Valderredible (el municipio más grande de Cantabria) a nuestros pies. Unos cientos de metros después el sendero gira hacia el oeste y al poco observamos la espadaña de la iglesia que nos indica la proximidad de Barrio de Bricia, el fin de trayecto.



Podemos pasear un poco por las calles de este pueblo, con una arquitectura popular en relativo buen estado, con un estilo que parece combinar la casa montañesa con el caserío vasco. Podemos fijarnos también en el detalle de las piedras agujereadas de la torre de su iglesia, especialmente en su frontal norte, fruto de las escaramuzas de la guerra civil, pero esta historia la contaremos en otro momento.

Comentarios

La ruta propuesta es una variante del sendero de pequeño recorrido PR-S-36, del que encontraremos algunas indicaciones en nuestro caminar, si bien las modificaciones me hacen incluirlo como ruta de Burgos. En este sentido, en el recorrido estándar se parte de Quintanilla de Rucandio y no se asciende a la mata del Cueto, además de realizarse en sentido contrario. Esta modalidad puede resultar más llevadera.

Tanto la opción de acercarse a Quintanilla como la de subir a la Mata del Cueto son optativas, aunque esta última es más recomendable, salvo que dudemos de nuestro sentido de la orientación. También existe la posibilidad de subir al Castro de Quintanilla, desde este último pueblo.
 
Track real (pulsa en el círculo verde para más información)
.

 

jueves, 24 de junio de 2010

La ermita de Ebro


Ya hemos hecho alguna referencia en este blog a esta ermita que se encuentra en lo más profundo del cañón del Ebro, a medio camino del secular sendero que une Quintanilla Escalada (lugar al que pertenece) y Pesquera de Ebro.

El edificio, de apariencia muy humilde, aparece ya en documentos de mediados del siglo XIII y, lo que es más soprendente, se le califica de abadía. En todo caso es evidente que dicha abadía se acabaría uniendo a la más poderosa de San Martín de Escalada y con el paso de los siglos terminaría siendo relegada a una humilde ermita cuidada por el correspondiente ermitaño, cuya casa aún se erige en un lateral de la misma.

En el 1904 se quemó esta casa adosada a la ermita, y por suscripción popular se reparó prontamente. Hacia 1930 aún vivía aquí un ermitaño, cuya forma de vida podemos recuperar gracias al reportaje que sobre el mismo publicó Eduardo de Ontañón en la revista Estampa.

El edificio actual puede fecharse en el siglo XVII o XVIII, si bien algunas piedras incrustadas en sus muros parecen remitirse a una época bastante anterior, tal vez prerománica. En todo caso su interés proviene más de lo inmaterial.

La celebración más consolidada era la tradicional romería de la parroquia titular del templo, Quintanilla Escalada, que aún se mantiene en las fechas del primer fin de semana de Julio y el último de Agosto (en el documental "Cuaderno de Orbaneja", de RTVE, podemos verlo en imágenes).
 
Adicionalmente cada pueblo de los alrededores (Escalada, Pesquera, Turzo...) tenía fijado un día para rogativas o celebraciones. La advocación contaba también con devotos en el valle de Zamanzas, Rudrón, Bricia y pueblos aguas arriba del Ebro.
 
Para el autor de este blog resulta interesante resaltar que hasta hace no mucho pervivió a las puertas de la ermita el cadáver, como no, de una centenaria Olma. Aún hoy perviven en el entorno del templo algunos ejemplares gracias a que se han acogido "a sagrado": algunos pequeños tejos y sobre todo varios quejigos de buen porte.
Podéis leer algo más sobre este lugar en esta página.

martes, 22 de junio de 2010

La actividad resinera en la Sierra

Cada vez menos personas recuerdan la gran actividad resinera que tuvo la zona de Hontoria del Pinar a mediados del siglo pasado. Tampoco es muy conocido que la primera fábrica de destilación de resina que hubo en España fue precisamente la que se abrió en 1843 en la localidad serrana.
 
Hasta hace no mucho resistió abierta otra fábrica de la que actualmente podemos aún observar sus vestigios, reconocibles por la gran chimenea de ladrillo que aún se mantiene en pie, aunque su peligrosa inclinación no hace prever que dure mucho. Las instalaciones han sido hoy reconvertidas a una actividad mucho más prosaica de almacenamiento de material.

Los pinos venían ofreciendo secularmente su ración de savia, que era posteriormente transformada en pez a través de un proceso arduo que los vecinos de Quintanar de la Sierra recuperaron hace unos años. De hecho los restos de las antiguas pezgueras aún pueden escudriñarse aquí y allá en algunas laderas de la zona.
 
En el proceso industrial la resina era tratada para su separación en aguarrás y colofonía, producto este último con multitud de propiedades. A mediados del siglo XX comenzó la decadencia, fundamentalmente porque el pino resinero era menos rentable y por ello menos habitual, que aquel destinado a madera. También influyó el hecho de que en esta zona se había desarrollado inicialmente la modalidad de resinado "a muerte", que implicaba la temprana muerte del árbol, en contraposición a otras alternativas que permitían que el árbol siguieran viviendo tras el aprovechamiento de su savia.
 
En la actualidad, la aparición de alternativas sintéticas y más productivas ha desplazado casi totalmente a esta actividad, que sólo se mantiene de manera casi testimonial en las provincias de Soria y Segovia. No obstante en los últimos años están surgiendo algunas iniciativas para estudiar la posible reactivación de la actividad.
 
Actualización de 2015. Al parecer en Hontoria del Pinar se va a construir un monumento dedicado al resinero.

lunes, 21 de junio de 2010

Libros: Museo de Niebla

Terminamos por el momento con esta serie de reseñas de libros con una referencia al Libro "Museo de Niebla" de Gonzalo Santonja.
 
En realidad el texto es una reedición más actualizada, y con un título más evocador, de Lo que se llevaron de esta Tierra, que salió a la luz diez años antes, si bien se incorporan algunos interesantes artículos.
 
Poco más que comentar de momento; sólo leer...y llorar.
 

viernes, 18 de junio de 2010

Otros pueblos del Silencio: Turzo (y II), abandono y esperanza

Retomamos la anterior entrada de manos de Eduardo Tarrero, a través de las páginas de su libro "Turzo, un lugar de la España resignada".

"...Por aquella época (años 60) ya sólo quedaban algunos viejos aclimatados a la fatalidad y a la costumbre y así transcurrieron algunos años. Es verdad que nunca habían existido grandes perspectivas en aquellas tierras pero en la medida en que las ambiciones no fueran excesivas podía uno sobrevivir con cierta lozanía. Ahora ya no.

Los organismo oficiales rescataron a los ancianos de sus míseras viviendas y los proporcionó acomodo en el asilo donde, según decían, no pasaban frío ni tenían que madrugar para acopiar los escasos alimentos con que aferrarse a la sobria subsistencia.

Muchas casas quedaron completamente vacías. Al ser abandonadas, ni siquiera lloraron sobre ellas sus moradores pues no debían considerarlas hogares sino refugios en los que guarecerse medianamente de las inclemencias del tiempo; algo menos, de las dificultades que la vida les deparara. No eran cobijos en los que vivir sino altares en los que inmolarse día tras día. Dieron una vuelta de llave a los enormes cerrojos, no por ello invulnerables, y las dejaron expuestas a la ruina de la acción erosionante del tiempo y del abandono.

 
Isaac Merino se resistió a acudir al asilo pese a que lo hicieron todos sus coetáneos y eso que su casa era una de las más húmedas del pueblo. Vivía sólo junto a su mujer Mercedes. No habían tenido ni hijos ni familiares conocidos accesibles. En realidad Mercedes se hubiese ido, pero ni se atrevía a decírselo a Isaac.
 
A lo mejor estaba renunciando a la última oportunidad de descanso que le brindaba la solidaridad de la sociedad con la que apenas había tenido ningún contacto. Pero su natural sagacidad o desconfianza le permitían vislumbrar nostalgias y pesadumbres en los compañeros que ya se habían ido y que aprovechaban cualquier circunstancia para regresar a su vieja casa aunque fuera nada más que para pasar el fin de semana lejos de los muros asfixiantes del asilo.
 
Le contaban la suerte de comodidades de que disfrutaban, como la calefacción, la luz eléctrica, la comida relativamente bien condimentada, la sala de juegos y la televisión de las noches, aunque sus ojos ya cansados apenas les permitían percibirla. Isaac les preguntaba por el horizonte, por la tranquilidad de espíritu que allí se disfrutaba. Les preguntaba también si se les hacía largo el día sin hacer nada y si podían dormir después de una jornada de holganza.

Los ancianos fueron cayendo poco a poco. Cada vez subían menos. Menos viejos y menos viajes. Los que quedaban iban dando el parte de bajas. Hasta que no quedó ninguno. A Isaac se le desgarraba el corazón cada vez que le añadían una nueva y definitiva deserción a su memoria. El los consideraba más víctimas de la soledad y de la tristeza que de la respetable edad que ya a todos iba abatiendo. En su fuero interno les recriminaba su evasión pero sin duda los echaba de menos. Se fue volviendo cada vez más taciturno y melancólico.

Un malhadado día una tormenta y las aguas desbordadas de la torca de junto a su trozo de era se llevó la mayor parte del trigo que había amontonado. Tratando de contenerlo parece que mentó algún juramento de impotencia. Pero cuando vio que no podía evitar el desastre cogió el resto, lo colocó sobre el trillo y lo deslizó como una barcaza trágica hacia la corriente para que se lo terminara de llevar.

Cuando se los llevaron a los dos al asilo, ya no se resistieron pero a los pocos días Isaac se escapó. No se sabe como, pero lo cierto es que apareció en su casa, a 63 kilómetros del asilo. Y allí acudieron a buscarlo las autoridades competentes. Dada su rebeldía le vigilaban estrechamente y le ataban a una silla en cuanto lo consideraban en riesgo de repetir su indisciplina. Murió de pena, a los pocos día de haber estrenado su nueva vida, la panacea de los egoístas y de los despegados de sus propias raíces..."

 
Pero no son estas las últimas palabras del libro, a Turzo aún le esperaba un nuevo amanecer inesperado. Por estos años de esperanza y utopía desembarcaron en estos pueblos un puñado de jóvenes dispuestos a demostrar que era posible un nueva nueva de vida; fueron llamados, por su original modo de pensar y vivir y de una manera un tanto despectiva "jipis". Muchos se fueron pero algunos se quedaron y siguen viviendo en estos lares 30 años después.
 
Y uno de ellos fue Miguel y su pareja Cristina. Son ellos los que crearon la empresa Turzo Velas, de venta de velas artísticas y en la que incluso tienen contratados varios trabajadores (en la foto de inicio, la tienda).
Pero Miguel también tiene un proyecto tal vez aún más bello, plantar árboles, en las cercanías del pueblo, junto al esqueleto de la olma, ya crecen centenares, tal vez miles, de arbolitos fruto de la ilusión de Miguel.



¿Y que espera para el futuro? La crónica de Turzo, como la de muchos de nuestros pueblos, aún tiene muchas páginas en blanco pendientes de escribir.

miércoles, 16 de junio de 2010

Otros pueblos del Silencio: Turzo (I)

Os presento hoy el ejemplo de un pueblo que estuvo deshabitado durante un tiempo, pero en el que ahora actualmente palpita una esperanzadora vida.
Por suerte en el caso de Turzo tenemos una excelente fuente documental de primera mano, no sólo aquella referida a documentos jurídicos, censos o grandes personajes, sino una crónica del día a día, la que nos narra Eduardo Tarrero en su libro "Turzo: un lugar de la España resginada".
 
A lo largo de sus páginas podemos conocer el modo de vida, siempre asociado a un trabajo extenuante, que tuvieron sus habitantes a lo largo de los siglos. Os remito a su lectura en detalle, aquí sólo resaltaré algunos hechos que me parecen especialmente interesantes y a mostraros algunas fotos de su bien conservado caserío.
Posiblemente la casa comunal.

La sorprendente portada de la Iglesia de San Martín de Tours, de estilo tardorománico.
Y algunas calles y casas.




El libro nos descubre el hecho de que antiguamente los terrenos que rodean al pueblo no sólo estuvieron salpicados de enebros (ya nos referíamos a ellos hace unos días), sino también de robles y hayas. Las crónicas de finales del siglo XVI hablan de una gigantesca y casi legendaria Haya de las cuatro piernas. Y también de olmos, en 1752 había contabilizados en Turzo 639 pies adultos, el último de los cuales fue la querida Olma de la Iglesia.
 
 
Nos cuenta Tarrero que en 1875, sólo la poda de la olma rindió 30 reales. Murió a finales de los 80, y cayó hace tan sólo un par de años, pronto será solo un recuerdo. En todo caso, como él mismo cuenta:
 
“dicen que un árbol aguanta 300 años: cien para crecer, cien para vivir lozano y cien para morir. En realidad ¿Qué día muere un árbol?¿que día muere un amor? Tal vez no mueran nunca. Alrededor que aquella olma he podido ver a veces, no sé si sólo imaginar, los fantasmas en espíritu risueño de mozas y mozos jugando al corro, depositando bajo el frescor de sus ramas manojos de ilusiones. Y de afanes. También el de algunos pájaros añorando aquellos sus nidos que construyeron durante tantas primaveras entre sus ramas. Aún se aprecia, si se observa detenidamente, el molde al vacío que produjo en el aire su antigua exhuberancia. ¡La olma de la iglesia!.”
 
Al referirnos a Turzo no podemos olvidar el hecho que ocurrió tal día como hoy, 16 de Junio, de 1938. Los habitantes de Turzo celebraban su habitual romería a la ermita de la Virgen de Ebro, con un sentimiento especial pues se quería implorar por la finalización de la desoladora guerra civil. Para ello debían de bajar hasta Quintanilla Escalada y desde allí recorrer los cinco kilómetros que les separaban de la ermita.
 
Los mas osados ganaban tiempo tomando una balsa con la que atravesaban el canal subterráneo que lleva el agua a la Central Hidroeléctrica del Porvenir (ver esta entrada), fue precisamente aquí donde perecieron ahogados 9 jóvenes, el cura y el alcalde de Quintanilla que intentó socorrerlos.
(continuará)

jueves, 10 de junio de 2010

Árboles singulares: El Enebro

Hace no mucho tiempo dedicábamos una entrada a su robusto ejemplar de su primo, el enebro de la miera, pero hoy quiero dedicar unas líneas a este humilde árbol, tal vez el más humilde de nuestra geografía compitiendo quizá, con la encina carrasca.

Y es que rara vez veremos un enebro de más de cuatro metros de alto y rara vez nos llamará la atención su tronco y, sin embargo, es el primero que aparece en tierras con un mínimo de humedad, aunque el suelo sea en ladera, pobre y calizo, un mensaje de que la naturaleza puede rebrotar a poco que se le de una oportunidad.

El enebro de la imagen se encuentra en las ladera que desde Turzo bajan al valle del Ebro, y precisamente voy a dejaros con unas líneas dedicadas a estos enebros, escritas en el precioso libro. Turzo, un lugar de la España Resignada, al que nos referiremos muy pronto.
"...En el resto de las laderas y de las tierras erias van surgiendo esbeltos y hermosos los enebros. Los enebros constituyen un milagro de la naturaleza. Son fuertes y bellos. Su madera, más resistente que el hierro a la humedad y al calor, es muy apreciada para los usos a la intemperie.

Surgen en los montes o páramos como por generación espontánea y cuando mueren unos nacen otros. O esa percepción tiene el nativo que siempre vio el paisaje plagado de aquellos ejemplares. En sus tiempos los campesinos los cortaban para hacer vallas o cercas.

Pero si uno piensa que para el desarrollo de un enebro de esos de dos o tres metros deben pasar decenas de años, a veces siglos, se le pone la carne de gallina cuando llega un intruso y lo interrumpe como si de una alimaña o de un estorbo se tratara.

Hoy todos somos más sensibles a esa circunstancia cuando sabemos, como hay que saber, que los enebros no se pueden replantar. Hay que esperar a que un pájaro ingiera una de las bayas que como fruto produce el arbusto. La digiera en su estómago y la deposite luego mezclada con sus excrementos en terreno fértil para que fructifique y surja el nuevo retoño.

Nada de generación espontánea. Para que un enebro pueda nacer hay que ver millones de semillas perdidas o diseminadas por el viento. Y eso después de haber pasado por el estómago del pájaro porque nunca prenden sin ese requisito. Después, cincelados por el viento, se convierten en esculturas majestuosas que podrían ser firmadas por el más exquisito artista..."

miércoles, 9 de junio de 2010

Libros: Pedro, el dulzainero de El Almiñé

No nos vamos de Valdivielso sin dedicar una pequeña entrada a un personaje muy querido, no solo en el valle sino en mucho otros lugares de la provincia. Se trata de Pedro Barcina, el dulzainero del Almiñé.
Durante su trasiego de más de 50 años por los pueblos de los alrededores de su El Almiñé natal, Pedro contribuyó a la alegría de numerosas fiestas, en una vida humilde, sencilla y enternecedora plagada de numerosas anécdotas.
Y esta vida la que se narra en primera persona en el libro "Pedro, el dulzainero del Almiñé", editado en 2008. Tal vez el libro carezca de gran valor literario, pero ello se ve compensado con el valor etnográfico.
Pedro fallecía al poco de publicarse el libro. En este link de radio Valdivieso podéis ver alguna información sobre este hijo del lugar.  De hecho las instalaciones de Radio Valdivielso han tomado el nombre de este ilustre vecino.

martes, 8 de junio de 2010

El día del apedreo


Ya hacíamos referencia hace tiempo a algunas de las expresiones de este valle de Valdivielso tan rico en su pasado en patrimonio etnográfico.
Otra de estas expresiones, recogida igualmente en el libro "Patrimonio Etnográfico del Valle de Valdivielso" es la del día del Apedreo, que corresponde precisamente al día de hoy, 8 de Junio.
Al parecer tal día como hoy hace muchos años cayó tal granizada que quedó grabada en el subconsciente colectivo; tanto que incluso parte de sus principales romerías, como las de Nuestra Señora de la Hoz, la de la Virgen de Pilas o la de San Jorge, se celebraban precisamente en esta fecha, aplicándose a modo de rogativa para intentar evitar que se repitiera el desastre.
Hoy en día todas estas fiesta han sido trasladadas de fecha.

jueves, 3 de junio de 2010

Regreso a los pueblos del silencio: Mazariegos

Pues sí, esos cuatro muros que quedan junto al alto al que le da nombre, y junto a las que pasamos a toda velocidad camino de Soria, fueron una vez un pueblo, hoy apenas una reseña en el paisaje.

Los restos se levantan prácticamente bajo la mole de la sierra de Mamblas.


De lo que queda podemos deducir que estábamos ante edificios relativamente grandes y de no muy buena calidad. Un pequeño repaso a la intrahistoria de este núcleo nos va a dar las explicaciones.

El núcleo perteneció desde siempre a la potente abadía de San Pedro de Arlanza. La sombra del gran cenobio permitió la construcción de una iglesia de volumen considerable, de la que hoy apenas quedan los cuatro muros que nos dan una idea de su antiguo esplendor.


Afortunadamente, parte de los tesoros del templo no se perdieron del todo, la antigua portada es ahora el cierre del atrio de la iglesia de Salas de los Infantes.


Y la excelente pila bautismal está nada menos que en el Museo Arqueológico Nacional.


Pero tras la desamortización, en lugar de constituirse como pueblo independiente (o como pedanía) fue transferido, con vecinos y todo, al señorío de los Carrillo. Así, los habitantes pasaron a ser meros colonos de una tierra que no les pertenecía.

Nos cuenta Elías Rubio en su libro que "la señorita" mandó construir sendas hileras de casas para renta de los colonos, siendo los muros actuales los restos de aquellas viviendas. Según mis datos en Mazariegos aún vivían 51 personas en 1900.
Pero si ya de por sí era dura en el campo, más dura era aún si trabajabas el campo de otros, y es frecuente que este tipo de poblamientos fuesen los primeros en desaparecer.
 

Volvemos a referirnos a Elías Rubio para citar la fecha de 1935 como aquella en la que hasta 32 particulares provenientes de Cuevas de San Clemente tomaron la espectacular iniciativa de comprar el pueblo a los propietarios. Allí se asentaron durante un tiempo y trataron de consolidar los edificios y levantar otros nuevos pero, ignorados por todos, la aventura duraría muy poco.

Hoy el pueblo queda dentro de la jurisdicción de Mecerreyes.