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viernes, 18 de marzo de 2011

Una Leyenda Cidiana (II): La versión glosada

Os pongo la versión en verso creada por Ángel del Campo, en su libro "rimas y leyendas burgalesas". Es un poco larga pero espero que os guste:

Campeaba Mío Cid
por los brezales del Tozo
ha llegado a Basconcillos
para allí tomar reposo.
La voz corrió como el viento:
Que allí estaba el valeroso
don Rodrigo de Vivar
de mil hazañas famoso

Prestos con la voz vinieron
unos labriegos dolosos;
sus ojos, tristes de miedo
y el terror mordía sus rostros.
Ante el Cid se presentaron
cabizbajos y azarosos
y postrados, el pavor
mudos los tornó y medrosos

Alzaos, les dijo el Cid
con acento cariñoso
¿Qué queréis? ¿de que teméis?
¿Quien os persigue?
El demonio.
Vamos, dijo el Cid airoso,
¿es algún moro o truhán
o es que sois supersticiosos?

- No, por dios, noble y buen Cid
mas, ved vos mismo el acoso
que una maldita serpiente,
Cual dragón asaz dañoso,
nos hace matando ovejas,
cabras, macacos y borros.
Tan grande y tan fuerte es
que hasta descoyuntó un toro
que escapó de la vacada;
y, aunque muy bravo y furioso,
lo aprisionó en sus anillos
convirtiéndolo en despojo.

Pero es que hay cosas peores:
porque lo más horroroso
es que a los seres humanos
los busca con más doloso
encono, cual si su carne
fuera su plato goloso,
o como si el diablo fuera
y su placer más gozoso
consistiera en llevar almas
al infierno tenebroso.
 
Nadie sabe cuantos años
o siglos, vive en un foso
de Barrio de Panizares
a tres kilómetros cortos.
Ni tampoco nadie sabe
cuantos miles de destrozos
ha hecho: por cientos cuentan
de pastores y colonos,
labradores, cazadores
y transeúntes airosos
que, camino de Aguilar
por estas tierras del Tozo,
se perdieron o ignoraron
este tan infernal foso.

No hace mucho allá en verano
en el mismo mes de Agosto
perecieron, pobrecillas
entre gritos y sollozos
dos zagalas primerizas
venidas desde Montorio.
Poco después ocurrió
otro caso más curioso:
A un guerrero de Cantabria,
jinete en corcel brioso
que en una noche de truenos
se acercó errado al foso,
tras lucha descomunal
y a pesar del gran arrojo
de aquel valeroso cántabro,
el reptil verdoso y rojo
los convirtió en esqueletos
a los dos, como a mil otros,
al caballo y al jinete:
podéis verlos en el foso.

-Dejad ya-les cortó el Cid-
tanto relato espantoso
que yo mataré al dragón
y hasta al diablo sulfuroso…
Y vamos para allá ahora mismo,
antes que tome reposo
que aunque algo cansado esté,
os descansaré a vosotros,
que nunca a mí llega el sueño
si antes no soy victorioso
cuando hay un lance pendiente:
Así pues, vamos al foso…

Dicho esto, montó en Babieca,
el caballo más hermoso
que jamás yegua pariera,
amén del más valeroso,
al que jamás asustaron,
ni moros, ni lanzas ni osos,
por las sierras de Valencia
o las sierras de Pancorbo
por la alta Peña Cardiella
o el gran baluarte del Poyo.

Al pasar entre las casas
de Basconcillos del Tozo
el relincho de Babieca
alertó al pueblo medroso:
mujeres y hombres lo vieron
tras las puertas en entorno.

Tomó camino de Barrio
de Panizares y de Hoyos
y tras andar media legua
y a la izquierda, otro poco,
entre duros pedregales
vieron en un profundo hoyo
de un barranco muy siniestro,
entre espinas y entre abrojos
rodeado de esqueletos
la guarida de aquel monstruo
do aquel enorme reptil
serpenteaba sigiloso.

El Cid, cual nuevo Perseo
que a medusa venció airoso,
cual san Jorge o San Miguel,
que de ambos era devoto,
invocó a Santa María,
como hacía, religioso,
siempre que entraba en batalla
para salir victorioso.

Ya el sol se había ocultado,
la tierra estaba en reposo,
los brezos se estremecían
al romperse, estrepitoso,
el silencio de la noche
por aquel pisar garboso
de las patas de Babieca
sobre la hierba marchoso.

La arrogancia de aquel ruido
irritó al reptil. Furioso
reptó erguido hasta la cumbre
sibilino y alevoso.
Cómo brillan las luciérnagas
en las noches de bochorno,
cómo se tornan los huesos
por la noche luminosos.
Así brillaba su cuerpo
entre verde, azul y rojo:
es verdad que parecía
un ser infernal, monstruoso.

Babieca no se arredró
y relinchó valeroso.
tan atrevido relincho
puso al reptil tan furioso
que se enroscó en sus anillos
sobre su cuerpo rugoso
irguiendo la su cabeza
para saltar sulfuroso
seguro, cual si tuviera
ante sí un débil potro.

Babieca también se alzó
Sobre sus traseros lomos
y sus patas delanteras
fueron martillos de plomo
que, en hierro herradas, saltaron
sobre el reptil orgulloso.

Fuego alzó el gran dragón
de sus fauces, angustioso,
mientras era pateado
del caballo con arrojo
hasta hender con la herradura
la misma roca en un hoyo
que “Pata del Cid” la llaman
los hombres de aquel contorno.

El Cid tomó su colada
y cortó cabeza y tronco.
Esta tomó por trofeo
y aquel, le hizo tres trozos:
uno para los villanos
de Basconcillos del Tozo
porque vivieran en paz
y ya no fueran medrosos.
El segundo lo dejó
como señal junto al foso
donde hay un humilladero
en señal de testimonio.
Y el tercero, lo ofreció
a la iglesia, generoso,
por dar gracias a María
y a los santos, fervoroso.

Y hasta hoy se ve en la iglesia
de Basconcillos del Tozo
en la bóveda central
pintado en arco famoso
al dragón tragándose almas
como si fuera el demonio
y que dan de aquesta hazaña
También real testimonio.

Así perdura el recuerdo
de estos hechos hazañosos
cuando el Cid sobre Babieca
cabalgaba por el Tozo.
 

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