Desde Navas de Bureba nos dirigimos a la parte más noroccidental de la comarca, un conjunto de relieves tortuosos y con personalidad propia que recibe el nombre de valle de las Caderechas y a los que dedicaremos los últimos artículos de esta serie.
Probablemente el acceso más habitual al valle se realice desde la localidad de mayor tamaño del mismo: Salas de Bureba. En esta localidad tiene lugar anualmente el evento dedicado al producto que ha dado fama a este rincón: la cereza de las Caderechas.
Pero el artículo de hoy no lo dedicaremos a la cereza, sino al edificio más llamativo del lugar: la llamada Casa del Cura. Al gran edificio se le llama la Casa del Cura debido a que hasta fechas muy recientes sirvió de residencia para los sacerdotes de la parroquia. Desde que el último cura dejó el pueblo la construcción ha quedado en el más terrible de los abandonos.
Probablemente el acceso más habitual al valle se realice desde la localidad de mayor tamaño del mismo: Salas de Bureba. En esta localidad tiene lugar anualmente el evento dedicado al producto que ha dado fama a este rincón: la cereza de las Caderechas.
Pero el artículo de hoy no lo dedicaremos a la cereza, sino al edificio más llamativo del lugar: la llamada Casa del Cura. Al gran edificio se le llama la Casa del Cura debido a que hasta fechas muy recientes sirvió de residencia para los sacerdotes de la parroquia. Desde que el último cura dejó el pueblo la construcción ha quedado en el más terrible de los abandonos.
Y es que es evidente que estamos ante algo de mucha mayor envergadura e interés que una simple casa rectoral. El lugar es en realidad una vieja abadía-colegiata de porte monumental pero en estado de semiabandono. Está dotada de una gran torre de tres cuerpos, el último de ellos el campanario, que ahora tiene los huecos campaniles cegados y en el que brilla un gran escudo con sombrero y cordones, con armas de Andrés Pesquera, abad de Salas. Este personaje mandó construir el edificio al doblar el siglo XVI.
Junto a la torre, un amplísimo edificio de dos cuerpos y buena sillería arenisca, cuya fachada principal tiene ventanas enrejadas. Si se mira por el lado del oeste, vemos que el edificio no es sólo de un cuerpo, sino de dos y haciendo escuadra, con grandes arcos cegados en cada una de sus dos plantas, que quizá en algún momento pudieron estar abiertos formando galería. Se aprecian también los arranques de otros arcos que avanzan hacia un amplio patio, lo que lleva a pensar que en tiempos quizá pudo existir algún tipo de claustro o que al menos se iniciaron las obras para su construcción.
Al parecer el Ayuntamiento ha iniciado alguna gestión para el reconocimiento y conservación del edificio, hasta ahora sin resultado. El Arzobispado parece que intenta su cesión o incluso su venta para su uso por parte de la iniciativa privada.
Hoy, quien visite este lugar de arte e historia, ha de sentir una gran tristeza y vergüenza ajena. Pero quizá también pueda escapársele una sonrisa al ver las dos toscas taquillas en una desvencijada puerta de la gran torre. Estas taquillas sirvieron para expedir las entradas a un cine que funcionó en la abadía en los años 60 del pasado siglo.
En el entramado urbano de Salas se encuentran otras casas solariegas e hidalgas de los siglos XVII y XVIII, que merecen que le intente dedicar una nueva visita en el futuro.
Fuentes: blog Memorias de Burgos, blog Salas de Bureba y página web del pueblo.
10 comentarios:
Vive dios don Gonzalo ¡¡¡
grande casa es la del cura...
se asemeja a la de los villanos .
salut
Es un edificio impresionante, qué pena sería que se cayese...
Si que es una pena que este en el estado en el que esta; pero ya no es cosa del pueblo sino de la Iglesia; la cual por muchas quejas que pueda haber recibido desde Salas no hace por mantener la "Casa del Cura" de nuestro pueblo
Impresionante edificio Montacedo, gracias por darlo a conocer.
Yo en los años 70 también estuve en ese cine. Y en el teleclub, veíamos la película de PINOCHO, y los jóvenes de entonces, hacían allí sus "güateques", con los jóvenes también de los pueblos de alrededor, era su punto de encuentro.
¡¡Qué pena!!. Quizá mereciera la pena una reflexión por parte del arzobispado.
Gracias por dejar un comentario de experiencia directa.
con la iglesia han topao! se portan como una inmobiliaria , no les interesa que quede en manos del pueblo para su disfrute: es mejor venderlo y que monten un negocio aunque sea para el disfrute de unos pocos como pasa muchas veces, en otras el edificio se viene abajo, etc. Que chapuceros somos
aprilillas
Menuda empresa la iglesia, lo consiguen con el engaño y gratis para venderlo al mejor postor y encima sin apenas impuestos....
Quienes de niños hemos correteado a su alrededor, hemos ido al cine, al teleclub los domingos al calor de la chimenea a ver la televisión, conocimos y vivimos con su último habitante, Don Amador, párroco que lo fue durante muchos años, hoy, cuando llega el fin de semana y volvemos a Salas casi siempre se escapa de nuestros labios un profundo "¡que pena! al ver el deterioro al que ha llegado nuestra casa del cura, por la cerrazón del arzobispado. ¿No creen que ha llegado el momento de ver la realidad y aceptar que es una lástima que la historia quede reducida a escombros?.
Gracias por dejar un emotivo comentario de primera mano.
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