Las ruinas de la fortaleza de Torregalindo culminan el alargado cerro que protege el pueblo de los fríos vientos norteños. Algunos de los restos más antiguos de este castillo pueden fecharse a caballo entre los siglos X y XI y formaron parte de la fortificada línea defensiva altomedieval fijada en el río Riaza.
Hasta mediados del siglo XIII Torregalindo y su castillo pertenecieron a la Comunidad de Villa y Tierra de Aza. A partir de esa época no se verían libres de una desestabilizadora sucesión de señores feudales, tan común en toda la comarca. Entre los dueños de Torregalindo, que también durante algunos años dependió de la corona, merecen una cita la familia de los López de Haro —señores de Vizcaya—, Gonzalo de Guzmán, Beltrán de la Cueva y los condes de Siruela, con los que definitivamente terminaría el intercambio de vasallajes.
Aunque su estado de conservación muestra una avanzada ruina, el castillo de Torregalindo sigue mostrando buena parte de su estructura. Lo más llamativo de la construcción es su curiosa planta elíptica, perfectamente adaptada a la cima del cerro y que recuerda la forma de un barco. También sus dimensiones son significativas: cerca de 60 metros de largo por 25 en su parte más ancha. En la proa de esta especie de varado navío fue añadida una recia torre del homenaje de planta triangular que, como los restos citados en primer lugar, está levantada con pobres materiales en los que predominan el tapial, los guijarros y una basta mampostería.
Donde sí mejoran la fábrica y las técnicas constructivas es en el gran cubo erigido por Beltrán de la Cueva (el famoso personaje que dio lugar al episodio de “La Beltraneja”) nada más ser nombrado señor de Torregalindo por el rey Enrique IV. Las obras de esta torre circular con troneras, que quería reforzar la seguridad del recinto por su flanco más accesible, se iniciaron en 1479 e incluyeron la reparación del resto de la fortaleza. El noble reservó la cantidad de 20.000 maravedíes para la reforma integral.
Con la incorporación de Torregalindo al señorío de los condes de Siruela en el siglo XVI, se produce un paulatino abandono de su fortaleza, ya que los nuevos propietarios se hallarán más preocupados por sus extensas propiedades en Badajoz y Extremadura. A partir de este momento, se producirá un progresivo deterioro del castillo que conllevará inexorablemente a su demolición parcial, siendo considerado por los habitantes del lugar como “cantera fácil para sus viviendas y almacenes”.
La situación avanzado el siglo XX es descrita por López Mata en los siguientes términos: “el castillo se presenta en ruinas, con torres desventradas y demolidas murallas en piedras sueltas por el suelo, componiendo la silueta que domina el pueblo y el valle del Riaza”.
Esta fortaleza quedó incluida dentro del programa de recuperación de Monumentos de la Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León; cuyos patronos eran las Cajas de Ahorro de Castilla y León. La desaparición de estas entidades ha dado al traste con los proyectos que estaban en marcha o pendientes de inicio.
La cigüeña no tiene problemas en criar en el arruinado castillo |
Un artículo más extenso acerca de este Castillo se puede leer en la página web Castillos del Olvido.
Terminamos este artículo con una imagen de la amplia pero más bien sencilla portada románica de la iglesia parroquial.
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