Una tranquila carretera de unos
diez kilómetros de longitud une las localidades, de cierta importancia, de
Balmaseda en Vizcaya y de Arceniega en Álava. Curiosamente, buena parte de esta
carretera transita por una pequeña fracción del territorio burgalés que no
tiene ningún otro acceso rodado.
Se trata del valle de Ayega, el quinto y más pequeño de los valles de Mena (los otros cuatro son Cadagua, Ordunte, Angulo y Tudela). De hecho,
estamos en la zona más alejada en vehículo desde la capital burgalesa; “donde
cristo dio las tres voces”, como diría el otro.
Tomando un camino lateral, en
estado regular tirando a malo, desde esta carretera, llegamos a minúsculo
núcleo de San Pelayo de Ayega. Apenas un grupo de casas en las que sin embargo
encontramos alguna de gran porte.
Pero si nos hemos acercado hasta aquí ha sido buscando
la iglesia que da nombre al lugar. Varios indicios apuntan que esta iglesia
perteneció en su momento a un pequeño monasterio, vinculado inicialmente al de Bujedo de Candepajares, aunque acabaría pasando a manos nobiliarias (tal vez la
casona que acabamos de contemplar guarde alguna relación).
La iglesia, construida en
mampostería enfoscada, conserva del periodo románico la cabecera y su portada,
protegida por un moderno atrio. En el ábside el único elemento del muro que
rompe la uniformidad es una pequeña ventana con toscos capiteles y decoración.
Más interesantes, por la enigmática decoración, son los canecillos que recorren la parte superior, personajes en diversas actitudes difícilmente explicables y animales reales o fantásticos.
Más curiosa si cabe es su
portada, más bien el tímpano. Si alejarse de la tosquedad, la escena, labrada
en una única piedra, muestra cuatro figuras ataviadas con largas túnicas. Sobre
ellas aparecen siete figuras de ángeles. A la izquierda un personaje de larga
cabellera desquijarando a un león y a la derecha el mismo animal devorando la
cabeza de una persona.
Protege al templo una moderna y no demasiado estética cubierta. Del mal el menos pues el edificio estuvo abandonado y su tejado se hundió a finales de los años setenta, apareciendo imágenes en estado de ruina y a punto del colapso en algunas publicaciones especializadas. Afortunadamente hace no muchos años se ejecutó el proyecto de restauración que ha dejado el templo en las condiciones que lo vemos actualmente.
¡Vaya! este fin de semana pasé por allí.
ResponderEliminarLa iglesia de mis abuelos, padre y tíos paternos, qué recuerdos, me alegré mucho con la rehabilitación después de años de abandono, saludos
ResponderEliminarEl retablo fue quemado en la calle por anarquistas en la guerra de los franquistas.
ResponderEliminar