Queremos terminar esta serie de artículos con una última historia relacionada con el monasterio, y que nos muestra bien a las claras como su pasado guarda tesoros mucho mayores de los que ahora pueden ver nuestros ojos.
En uno de los ángulos del claustro observamos un espacio cuadrangular ahora vacío que no parece tener ninguna función. Pero con un poco de investigación sabremos que en su momento albergó una preciosa fuente obra probable, al igual que el resto del claustro, de Simón de Colonia, y realizada de una sola pieza.
Así la describía Barreda a finales del siglo XVIII:
“fórmase un brazo de columna grueso como de cuatro pies de alto en figura piramidal; y sobre ella asienta un grande chafariz de una sola piedra, que fue traída tres leguas por un camino de los más ásperos y peligrosos de Castilla [vino por el monte desde Condado de Valdivielso]. Tiene esta hermosa pieza de circunferencia treinta y un palmos y de altura tres. ¿Qué tendría cuando se cortó de la cantera? En medio se levanta la taza, que es también de una sola piedra, sobre la misma columna en disminución. Esta despide al chafariz en doce caños de bronce tan abundante y copiosísima agua que causa delicia suma su despeño. En esta taza remata la columna en forma de piña, cuya maza eleva a proporción. Tiene su circunferencia ocho caños, por donde empieza a salir y despeñarse el agua.
La taza tiene la siguiente inscripción:
"me hizo Simón de Colonia, el año del señor de 1508. Traída de Condado por mandato del abad Alonso de Madrid”.
En el borde y el labio del chafariz se leen estos versos:
“Cuando estaba en los montes era piedra árida y seca. Ahora soy piedra fecunda, superior a todas en el arte. El que tenga sed, venga aquí, pues soy fuente buena para el sediento. Créeme: ningún agua apagará la sed mejor que esta”.
Y, a la parte de afuera
“Tú que esto lees, cree de donde me trajeron con tanto trabajo para fabricar todo el severo claustro””
Pero es que, además, conservamos una imagen de dicha fuente, que aparece precisamente en el artículo del Semanario Pintoresco Español de 1840, al que ya hicimos referencia con anterioridad.
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Esto es, amigos, lo que nos ofrece el monasterio de Oña. Sus quizá ahora anodinos muros no deben cegarnos sobre lo que realmente estamos contemplando. Un tesoro material e inmaterial aún valioso que guarda buena parte de la esencia de lo que fuimos y de lo que aún somos y que deberíamos empeñarnos en conservar y promocionar. Si nosotros no lo hacemos nadie lo hará por nosotros.
Hola Montacedo:
ResponderEliminarBuena radiografia que nos has hecho del Monasterio y su significado. Felicidades por el trabajado y la molestia en mostrárnoslo.
La foto de la fuente es muy ilustrativa, y me llama la atención el personaje de la derecha con un "tocado de lo más sofisticado".
Un abrazo, y gracias. Eres c-j-n-d.
Muchas gracias a tí. Yo también sigo puntualmente tu blog, con esa investigación arqueológica que llevas a cabo y que no deja de depararnos sorpresas.
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