No es este un blog de historia, primero porque no es el principal interés del mismo y segundo porque no soy historiador y asumo que meterme en estos fregados implica aceptar la aparición de numerosos errores. No obstante, hablar de Burgos sin hablar de su historia se hace poco menos que imposible.
Ya sabemos todos que Burgos tiene muchos pueblos. En realidad, no existe un listado fijo de lugares, toda vez que muchas veces es complicado discernir cuándo estamos ante un barrio o una granja. Algunas estimaciones hablan de unos 1200.
Esta situación, sin parangón en nuestro país, tiene su origen en el proceso repoblador de la Alta Edad Media cuando, para animar a los temerosos foramontanos a regresar desde las montañas, se concedía acceso más o menos libre a la tierra. Así, nacieron pueblos libres o de realengo (que dependían sólamente del rey), lugares de abadengo (dependientes de un monasterio) y lugares de señorío (dependientes de un señor laico).
Inicialmente, estos lugares distaban entre sí alrededor de uno o dos kilómetros, distancia que se consideraba óptima para el desplazamiento diario a pie a los campos de cultivo. En cada núcleo vivía apenas un grupo de familias. En definitiva, que aunque nuestro número de pueblos nos pueda parecer alto, hacia el siglo XI era considerablemente superior. De hecho, aún hoy encontramos zonas en las que existen pueblos a poco más de 500 metros entre sí.
Con el tiempo, se fue desarrollando un progresivo proceso de abandono de lugares y de concentración en los núcleos más importantes; proceso favorecido (y muchas veces obligado) desde los lugares anexos de señorío o de abadengo para acceder a los terrenos que quedaran libres por la desaparición de una determinada localidad.
Una apasionante tarea a la que se han dedicado numerosos historiadores ha sido la de identificar la ubicación de estos antiguos asentamientos, labor prácticamente arqueológica, y que tiene como pilar fundamental el análisis del contenido del libro Becerro de las Behetrías. Es éste una especie de censo elaborado en el siglo XIV en el que ya figuran muchos lugares como despoblados, y otros aún poblados que no han llegado hasta nuestros días.
La toponimia, la tradición oral y la aparición de restos de edificaciones son otras de las herramientas usadas en esta auténtica investigación. Un referente en estos trabajos es el libro "Pueblos y alfoces Burgaleses de la repoblación", de Gonzalo Martínez Diez. Pero, a nivel más concreto, resulta instructivo consultar algunos capítulos del denso trabajo "Villa, señorío, merindad: Solduengo, San Salvador de Oña, La Bureba (siglos XI y XIV)" de Jaime Barrio.
Os traigo aquí un par de ejemplos que no son ni más ni menos interesantes ni representativos que otros. El primero se refiere a la localidad de Celadilla Sotobrín, denominación que por si sola ya nos habla de dos antiguos pueblos; el primero se corresponde con el actual poblamiento, mientras que el segundo estuvo ubicado en el entorno de la actual ermita de Sotobrín, sita a unos dos kilómetros al norte del pueblo.
Esta situación, en que la antigua parroquial perdura convertida en ermita es muy común en nuestra tierra. Podríamos decir que la mayoría de ermitas situadas a una cierta distancia de los núcleos de población se corresponden con antiguos pueblos.
Ya sabemos todos que Burgos tiene muchos pueblos. En realidad, no existe un listado fijo de lugares, toda vez que muchas veces es complicado discernir cuándo estamos ante un barrio o una granja. Algunas estimaciones hablan de unos 1200.
Esta situación, sin parangón en nuestro país, tiene su origen en el proceso repoblador de la Alta Edad Media cuando, para animar a los temerosos foramontanos a regresar desde las montañas, se concedía acceso más o menos libre a la tierra. Así, nacieron pueblos libres o de realengo (que dependían sólamente del rey), lugares de abadengo (dependientes de un monasterio) y lugares de señorío (dependientes de un señor laico).
Inicialmente, estos lugares distaban entre sí alrededor de uno o dos kilómetros, distancia que se consideraba óptima para el desplazamiento diario a pie a los campos de cultivo. En cada núcleo vivía apenas un grupo de familias. En definitiva, que aunque nuestro número de pueblos nos pueda parecer alto, hacia el siglo XI era considerablemente superior. De hecho, aún hoy encontramos zonas en las que existen pueblos a poco más de 500 metros entre sí.
Con el tiempo, se fue desarrollando un progresivo proceso de abandono de lugares y de concentración en los núcleos más importantes; proceso favorecido (y muchas veces obligado) desde los lugares anexos de señorío o de abadengo para acceder a los terrenos que quedaran libres por la desaparición de una determinada localidad.
Una apasionante tarea a la que se han dedicado numerosos historiadores ha sido la de identificar la ubicación de estos antiguos asentamientos, labor prácticamente arqueológica, y que tiene como pilar fundamental el análisis del contenido del libro Becerro de las Behetrías. Es éste una especie de censo elaborado en el siglo XIV en el que ya figuran muchos lugares como despoblados, y otros aún poblados que no han llegado hasta nuestros días.
La toponimia, la tradición oral y la aparición de restos de edificaciones son otras de las herramientas usadas en esta auténtica investigación. Un referente en estos trabajos es el libro "Pueblos y alfoces Burgaleses de la repoblación", de Gonzalo Martínez Diez. Pero, a nivel más concreto, resulta instructivo consultar algunos capítulos del denso trabajo "Villa, señorío, merindad: Solduengo, San Salvador de Oña, La Bureba (siglos XI y XIV)" de Jaime Barrio.
Os traigo aquí un par de ejemplos que no son ni más ni menos interesantes ni representativos que otros. El primero se refiere a la localidad de Celadilla Sotobrín, denominación que por si sola ya nos habla de dos antiguos pueblos; el primero se corresponde con el actual poblamiento, mientras que el segundo estuvo ubicado en el entorno de la actual ermita de Sotobrín, sita a unos dos kilómetros al norte del pueblo.
Esta situación, en que la antigua parroquial perdura convertida en ermita es muy común en nuestra tierra. Podríamos decir que la mayoría de ermitas situadas a una cierta distancia de los núcleos de población se corresponden con antiguos pueblos.
De acuerdo con Gonzalo Martínez, Sotobrín aparece citado por primera vez en un documento de 1142 como "Sollebrín" y ya en 1224 como "Sotlebrín", lo que podría derivar de Soto-de-Lebrín. Un tal Lebrín es citado en documentación del monasterio de San Juan de Sahagún en los años 1085 y 1088. Ya está despoblado en la época del Becerro de las Behetrías.
Es posible que los pequeños restos románicos que aún conserva el edificio sean de la época en la que aún ejercía como templo parroquial, correspondiendo las reformas posteriores ya a su uso como ermita. En la actualidad se sigue celebrando una romería el mes de julio, para lo cual existe una campa al efecto. En la imagen, uno de nuestros secos olmos, de los que ya quedan pocas muestras incluso en su versión inanimada.
Peor suerte, según se mire, tuvo Rahedo, cercano al pueblo de Tobes ahora denominado como Tobes y Rahedo. Este nombre que algunos quieren relacionar con un Rio Hayedo (poco factible por estos pagos) es citado ya en 1068 como "Raieto". Rahedo aparece con 13 vecinos en la documentación de 1587 y aún estaba poblado en 1785. Hasta hace unas décadas existió una ermita en el lugar, de la que hoy sólo quedan los basamentos y dentro de poco sólo, y tal vez, en la memoria.
Ambos lugares pertenecen al antiguo alfoz de Ubierna. Como dato, citaremos que mientras sólo existen 28 lugares actualmente en dicho alfoz, se han contabilizado hasta 44 despoblados antiguos.
Una entrada muy interesante Montacedo. ¿Hay diferencia de distancia entre núcleos de población a lo largo de la provincia? Porque en tema de agricultura, entiendo que hay zonas más fértiles que otras (o por la mera orografía). O quizás en zonas más ganaderas, las distancias también varían. La verdad que el tema de la distancias entre núcleos de población tenía todo el sentido, pero desafortunadamente a día de hoy no lo tiene por el tema de la mejora en la productividad (maquinaria principalmente), lo que explica que haya tantos núcleos desaparecidos o en proceso de hacerlo (especialmente los de peores comunicaciones).
ResponderEliminarYo diría que la distancia actual entre pueblos depende de muchos factores aunque en general en las zonas muy agrícolas o muy montañosas tiende a haber más distancia entre núcleos (básicamente en la mitad sur de la provincia). No obstante esto creo que era diferente en el pasado, tal y como apunto en el artículo. Hay que tener en cuenta que el clima y la vegetación ha cambiado bastante en 1000 años y que antes se llevaba una vida de subsistencia, en la que los vecinos o no poseían tierras propias o estas eran poco extensas. La ganadería era de pequeña escala, con pocas cabezas por hogar, con un aprovechamiento generalmente comunal de los pastos.
ResponderEliminarEfectivamente los núcleos con peor acceso son en general los primeros candidatos a desaparecer. Además hay muchos núcleos "ficticios" con muy poca o nula población estable. Yo creo que en cierto modo en la zona sur se produjo el proceso de concentración hace dos o tres siglos, y por eso apenas hay pueblos en ruinas o con poca población. Además el tema del vino ha permitido que en la mayoría de los pueblos exista actividad productiva ligada a la tierra, que es lo que en definitiva asegura la pervivencia de un pueblo.