Entre las series de entradas más o menos habituales y posts de mayor profundidad iré integrando pequeñas cosillas que he ido acumulando los últimos meses y que creo que, aun siendo más humildes, merece la pena dedicarle unas palabrejas y alguna fotillo.
Hoy por ejemplo os pongo unas fotitos de uno de los muchos apeaderos que tuvo en tiempos el ferrocarril Santander-Mediterráneo, en concreto la estación de Lermilla-Quintanarruz.
Como era habitual en este trazado, en lugar de situar estaciones en todos los pueblos, si estaban más o menos cerca se edificaban a medio camino entre los mismos, para economizar. En todo caso, esta estación está bastante más cerca de Lermilla.
También es nota común, salvo en los escasos ejemplos en los que se les ha encontrado otro destino, el que el estado de los edificios sea lamentable.
Sin embargo, esta estación tiene una peculiaridad de la que no pueden presumir muchas otras. Vemos que al otro lado de los edificios existe todavía un gran depósito metálico, que nos recuerda lejanamente a los que hemos visto en algunas películas del oeste americano.
Se trata efectivamente de un "depósito de aguadas", destinado a recargar el agua de las máquinas de vapor. Estos depósitos estaban situados sólo en algunas estaciones muy concretas (tres en el trazado norteño burgalés). De hecho, incluso había un oficio específico denominado "mozo de aguadas" que consistía en mantener el depósito y pozo auxiliar con el líquido elemento. Si sigue aquí seguramente es porque a nadie le compense el esfuerzo de desmontárselo y llevárselo.
Aprovechamos el viaje para acercarnos al diminuto lugar de Lermilla, que sin embargo sorprende por su vitalidad pese a tener sólo 10 habitantes censados. En la foto, un pequeño parque-aparcamiento habilitado, en el que las mesas están hechas con las traviesas de ferrocarril (es muy frecuente en todo el trazado el uso por parte de los vecinos de este material).
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